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El último "Por la mañana" de Hermida

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El 14 de julio de 1989 finalizaba una etapa brillante en la historia de la televisión, ese día se emitía el último programa de "Por la mañana", el primer magazine matinal que definió el género en nuestro país. Había comenzado en abril de 1987 y aunque el honor de inaugurar la tele por las mañanas lo tuvo un año y cuatro meses antes el "Buenos días" dirigido por J.A. Martínez Soler (no contamos aquí los intentos previos de los 60 por lo efímero de su duración), sin duda fue Jesús Hermida quien marcó los estándares del género. Si "Buenos días" era un informativo "amagazinado", "Por la mañana" era un magazine con toques informativos que fue evolucionando en sus dos años en antena hacia el puro entretenimiento. Su director y presentador principal consiguió que millones de espectadores encendieran el televisor a horas impensables, de reinado radiofónico, para atender sus entrevistas, vibrar con los encendidos debates entre María Teresa Campos y Patricia Ballesteros, jugar con Cao Cao de Irma Soriano o el Bote de Don Basilio o bailar con los conciertos. Si el programa de Martínez Soler (de Erquicia después y Melgar, Piqueras...) se había iniciado a imagen y semejanza del "Breakfast" de la BBC, el de Don Jesús venía influido por lo que había visto durante su largo período como corresponsal en EEUU. Allí había visto el "Today Show" de la NBC y el "Good Morning America" de la CBS y se trajo lo mejor de cada uno pero, además, lo adaptó a nuestra idiosincrasia. 


"Por la mañana" era una sorpresa continua, por eso gustaba tanto a los niños que apuraban la salida del colegio para ver la última parte. Y en su última cita con la audiencia no defraudó. El programa terminó con un desahucio. Pero en sus primeros minutos nada hacía prever algo así. El desayuno, la primera y cercana entrevista con la que se inauguraba el espacio cada día, invitaba a café a "la más grande", Rocío Jurado. Presentador y artista eran grandes amigos, quizás por eso él no quiso ahondar en los duros momentos personales que estaba viviendo ella. Esa charla era una exclusiva en toda regla, pero sin dinero de por medio, la Jurado se acababa de divorciar de su primer marido, Pedro Carrasco. Su aparición ante las cámaras era una sorpresa para los espectadores pero también para los fotógrafos que aquel día acudían al Estudio 2 de Torrespaña para cubrir la despedida de Hermida. A Rocío se le escaparon las lágrimas ante algunas preguntas formuladas a través de títulos de canciones de la chipionera y su amigo cesó el cuestionario para abrazarla. 


También hubo tertulia de políticos, que lamentaban el cierre del programa al tiempo que se postulaban como colaboradores del nuevo espacio que Jesús ya había anunciado a la prensa, a partir de septiembre se encargaría de la franja vespertina para sustituir al siempre cambiante "La Tarde". Allí estaban, entre otros, Santiago Carrillo y Ruiz Gallardón que, efectivamente, serían fijos de los informales debates de "A mi manera" en la siguiente temporada. Desfile de modelos, música y más lágrimas, las de las chicas Hermida que ya se habían convertido en auténticas estrellas: Nieves Herrero, Consuelo Berlanga, Irma Soriano... 


Sin embargo lo más emotivo estaba por llegar... y también lo más inesperado. A partir de las 12 h el equipo de producción del programa pedía a las amas de casa que solían llenar las gradas que las abandonaran. Aprovechando una pausa de publicidad, esas mujeres que representaban el público más fiel, eran sustituidas por una veintena de jóvenes modelos de agencia, muy delgadas, que ocuparían esos asientos, lo contaba la revista "Tele-Indiscreta" unos días después. Tras los anuncios y mientras el presentador contaba algo ante las cámaras un hombre bajito, regordete y canoso entraba al plató acompañado de unos cuantos operarios con monos azules y cascos rojos. Enseguida comenzó a repartir órdenes, había que quitar aquel panel, esas columnas de madera hueca, las cortinas... En definitiva, toda la escenografía. Aquel hombre aseguraba ser un gestor de TVE y reclamaba el pago de facturas de luz y sonido. Decíase obligado a embargar todo el estudio, incluido el público. Evidentemente era un actor, Miguel de Grandy al que muchos espectadores recordaban por ser habitual en los sketches de "Ni en vivo ni en directo" de Emilio Aragón. 


Los obreros retiraron las gradas mientras Hermida discutía con el ficticio funcionario. Esa era la razón del cambio de las amas de casa por las modelos, querían que el público estuviese conchabado y que fuera "fácilmente transportable" aunque, sin duda, aquellas señoras que habían sido "desalojadas" de verdad unos minutos antes habrían ofrecido mucha más veracidad y hasta, quizá, se hubiera liado a bolsazos contra esos impertinentes que interrumpían a su ídolo en medio del programa. El caso es que Hermida consiguió el golpe de efecto deseado. Se quedó a oscuras en el plató, con los ladrillos como único fondo y despidiéndose de su audiencia con profundo agradecimiento... pero recordándoles que en unos meses volvería a entretenerles pero desde otra franja. Como siempre, Hermida lo hizo "a su manera". 


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