El anuncio del fallecimiento de José Luis Balbín a los 81 años realizado el pasado miércoles por su mujer, Julia Mesonero, ha llenado de recuerdos cariñosos y laudatorios por su labor en "La Clave" páginas de periódicos, minutos de radio y televisión y mensajes en redes sociales, especialmente Twitter. Pero no siempre fue así. Balbín, periodista de fuertes convicciones y gran independencia, quizás también mucha cabezonería, sufrió a lo largo de sus muchos años en el periodismo críticas de propios y extraños y enormes presiones del poder político... y no sólo durante la Transición.
Parece que su buen hacer en "La Clave" ha oscurecido otras etapas profesionales pero este orgulloso asturiano llegó a la tele con un gran bagaje. Y tras sus nueve años frente al debate más prestigioso de la historia de nuestra tele supo mirar hacia delante y fue pionero de las tertulias radiofónicas. Su "Hora cero" en la más brillante etapa de Antena 3 Radio fue premiado con el Ondas en 1991 y consiguió una pléyade de contertulios tan plural como sorprendente. El retorno de "La Clave" a la recién nacida Antena 3 TV en el 91 fue saludado con escepticismo y durante los tres años que malvivió en las noches de una cadena sin medios ni audiencia fueron aprovechados por algún enemigo envidioso para calificarlo de alma en pena que ensombrecía el recuerdo de épocas anteriores (un repaso por la hemeroteca resulta especialmente amargo en casos como este). Parecía que algunos se alegraban de que un profesional de su talla lidiara con los bajos presupuestos a pesar de que lo hiciera con dignidad. Para la misma cadena se encargó en 1994 del espacio de entrevistas "La Senda".
Entrevistando al líder sindical Nicolás Redondo en "La Senda" en 1994 |
De esa etapa ya hemos hablado aquí y también de su retorno a la tele pública en 1998 con otro programa de charlas en profundidad con figuras de primerísima línea internacional y, cómo no, de la emocionante reaparición de "La Clave" en TVE, esta vez en La Primera, para celebrar el vigésimo aniversario de la Constitución con un especial único desde el Congreso de los Diputados. A partir de 2000 y durante ocho años dirigió el semanario "La Clave" así que, en realidad, no es de extrañar que el recuerdo del público y los obituarios se centren tanto en la marca que él mismo creo y explotó pero es que hay que reconocer que era un sello de calidad difícilmente igualable.
En su despacho a principios de los ochenta |
"Creo que soy imparcial aunque ya el hecho de afirmar esto es parcialidad. Creo profundamente en el periodismo objetivo, no con mayúsculas sino con minúsculas. Es decir, creo en la actitud objetiva del periodista. A mí, por circunstancias personales, no me cuesta esta objetividad. En el momento en el que comienzo a trabajar se me bloquea la mente y dejo a un lado mis ideas. Es un clic que me impide tener un juicio preconcebido" aseguraba en una entrevista a Nieves Herrero para la revista TeleRadio en agosto de 1980, en pleno éxito televisivo. Esa búsqueda constante de la objetividad (lo que hoy llamamos "honestidad del periodista") marcó su carrera desde el principio. Desde sus primeros tiempos en el popular diario "Pueblo" de Emilio Romero (con el que aseguraba no haber tenido relación) luchaba por ser justo en sus informaciones a pesar de ser un periódico afecto al Régimen. Tuvo la suerte de que le permitieran formar parte de la sección de Internacional, uno de sus mayores intereses desde el principio y poco después Romero le hizo la gran pregunta: ¿Te gustaría ser corresponsal? La idea del director era enviarlo a Nueva York pero Balbín prefirió Alemania porque tenía novia allí. La Alemania de los 60, ojo, la dividida. Fue uno de los primeros periodistas acreditados en el Este de Berlín (en España decían que era el primero del mundo, no sé si eso resulta exagerado).
En el informativo "24 horas" de Martín Ferrand en 1971 |
"Era una etapa en la que nadie entraba en el Este. Para los comunistas era un representante de la prensa franquista. Cubrí la información de la Conferencia de Budapest. Allí conocí a Carrillo, al que siempre había visto como un señor con orejas y rabo. Debo reconocer que entraba en el Este con miedo. Aún era un crío. Se portaron muy bien conmigo" le decía en una entrevista a Manuel Azcona para TR en enero de 1980. A Alemania, por cierto, se fue sin conocer el idioma, lo aprendió a bulto traduciendo las noticias de los periódicos con ayuda del diccionario. También pudo presumir de ser uno de los pocos españoles en vivir de cerca la Primavera de Praga de 1968. A la vuelta a España recibió la oferta de ser corresponsal en París para TVE. No tenía experiencia ante las cámaras pero la cosa salió bien y a principios de los setenta debutó en los estudios de Prado del Rey como comentarista de asuntos internacionales para el "24 horas" de Manuel Martín Ferrand, uno de los primeros intentos de informativo de autor que se emitía, cómo no, a medianoche. Pero aquello duró poco.
Uno de los primeros programas de "La Clave", todavía en blanco y negro |
"Llevaba dos años sin hacer nada en TVE hasta que me propusieron que presentara varios proyectos. Presenté cinco y el último de todos ellos era precisamente este que, indudablemente, se aparta de las coordenadas del periodismo internacional, que es lo que verdaderamente me gusta" (TeleRadio 1181). Balbín se refiere a "La Clave", adaptación de "Les dossiers de l'écran" de la ORTF (Francia). Comienza en enero de 1976 con retraso. Ya había sido anunciado antes de la muerte de Franco con el título de "Clave 2" en referencia a la Segunda Cadena, donde se emitiría. Y todo cambió, su vida... y la televisión.
Es cierto que el programa fue muy bien recibido porque eliminamos el tono grandilocuente, de parte de guerra, que hasta entonces tenía la televisión. No había ningún programa de este tipo, y menos en directo, que además abordase las preguntas directamente y no como antes se hacían: "Señor ministro, le ha tocado a usted el turno y mi intención es hacerle un pregunta que, si usted no la cree conveniente, puede dejar de contestarla". Nosotros empezamos a hacer una televisión que se basaba en el diga lo que quiera sin censura." (TR 1181).
Insistir en las bondades de "La Clave" sería redundante. Aquí hemos hablado varias veces del programa y estos días se han contado mil y una anécdotas de aquel espacio que comenzó sin decorado (tan sólo un ciclorama) y que fue creciendo progresivamente hasta convertirse en la envidia de las cadenas públicas europeas por su impresionante lista de invitados (2.710 según las cuentas del propio periodista) de dentro y de fuera. Es curioso, además, que un programa debate generase tantas imágenes icónicas a la historia de nuestra tele, sobre todo a partir de los ochenta, con ese decorado tan reconocible.
Los famosos auriculares de los primeros años |
La pipa de Balbín ya era objeto de caricatura y también los auriculares de los contertulios extranjeros. En eso también fue pionero el programa: "Pensamos que ya que trataremos de traer a los especialistas en cada tema, sería difícil que todos hablasen español. Como el proceso de traducción en directo sería muy complicado y restaría tiempo al espacio, decidimos contar con cabinas de traducción simultánea. Así logramos que tanto el espectador como el participante en el diálogo, sea de la nacionalidad que fuera, sigan el desarrollo del mismo en su lengua nativa y simultáneamente" explicaba a TeleRadio tres semanas después del estreno en enero de 1976.
Y qué decir de aquella liturgia lentísima pero hipnotizadora de los títulos de crédito (tanto los iniciales como los finales) con todos los colaboradores charlando de pie mientras se oía la aterradora sintonía de Carmelo Bernaola (compositor también de algo tan opuesto como la luminosa sintonía de "Verano Azul") y la parsimonia del director-presentador llegando a su silla, colocándose el micrófono, recogiendo sus papeles... Todo aquello envolvía al coloquio de un aire de naturalidad, de falta de ego, de todo lo contrario al habitual encorsetamiento televisivo. Y algo importantísimo: Balbín y su equipo nunca subestimaron a la audiencia, por eso consiguieron encontrar su público que, por cierto, no era minoritario. "La Clave" compitió en buena lid con el "Un, dos, tres" en la noche de los viernes durante varias temporadas. Por supuesto, las audiencias no eran comparables pero cada semana conseguían varios millones de espectadores y superar la media de la cadena. Por eso no se entendió la cancelación nunca bien explicada. La semana anterior al óbito el propio director aseguraba a sus espectadores que aún no tenía asegurada la continuidad a pesar de que su equipo seguía trabajando en las próximas entregas.
"Me adapto bastante bien a lo que tiene que ser. Tengo fama de optimista y de que me van muy bien las cosas. Eso no es cierto porque si hago un balance, lo he pasado mal mayor número de veces que bien, sin trabajo más tiempo que con trabajo, ganando poco que ganando mucho, con deudas que sin ellas. Lo que pasa es que soy bastante igual cuando tengo problemas que cuando no los tengo y la gente, como no lo nota, cree que todo va bien siempre" (TeleRadio 1150, enero 1980). Gracias a esta filosofía y quizá también a su carácter asturiano consiguió seguir adelante a pesar del lógico golpe que supuso el cierre inexplicado de uno de los espacios más importantes de la tele del momento. "Durante una parte importante de mi vida profesional, RTVE ha sido mi casa. Soy defensor a ultranza de la Televisión Pública. Pero pública de verdad, sin injerencias políticas" me contó en una entrevista para este blog en 2020. Esa idea de la responsabilidad de los medios públicos la llevó también a las emisoras radiofónicas privadas en las que trabajó. Hoy su legado supera los años de críticas. El tiempo pone todo en su sitio y el de José Luis Balbín es un lugar privilegiado: el del respeto y el prestigio en su profesión.