28 de octubre de 1996, se cumplen 40 años de TVE, es un día especial y la Casa ha querido que toda su programación esté llena de guiños. La anunciada gala que celebrará a lo grande el aniversario ni siquiera se ha grabado, se emitirá doce días después, y en realidad es la 2 la que conmemora la fecha emitiendo desde primera hora y hasta la madrugada programas históricos de la Casa: "Un, dos, tres" con Kiko Ledgard, "La bola de cristal", "Los Chiripitifláuticos", "El arca de Noé", "La cabina", "Historia de la frivolidad" o "Curro Jiménez". ¿Y en la Primera? ¡Qué pasaba en la cadena principal del grupo! Serían los espectadores del programa matinal los que asistirían a una serie de reencuentros entrañables e inéditos, una reunión de grandes profesionales que pasó desapercibida para la mayoría.
"Mañanas de Primera" era la nueva apuesta de la pública para cubrir la franja que iba desde las 11.30 hasta las 14 para cubrir el importante hueco dejado por María Teresa Campos que había sido fichada por Telecinco. Este espacio suponía el regreso de Laura Valenzuela que no tenía programa propio en TVE desde los lejanos tiempos de "Canción 71" (si exceptuamos los especiales del 25 aniversario y alguna otra colaboración puntual). Estaba acompañada por su hija, Lara Dibildos, Teresa Viejo y Tate Montoya. Había comenzado su emisión el 9 de septiembre y apenas dos meses después al equipo le tóco improvisar (sí, improvisar) un especial para festejar las cuatro décadas de tele en España.
Mientras que el resto del equipo se encargaba de las secciones habituales Laura se ocupaba de ir entrevistando a los invitados relacionados con el aniversario. Tenía su lógica porque ella era la primera locutora oficial de la Casa aunque a lo largo del programa se hizo evidente que quizás esa labor tenía que haber sido compartida con Teresa Viejo, periodista de grandes reflejos y capaz de asimilar rápidamente la extensa documentación necesaria para esta tarea. Valenzuela estaba tan emocionada como despistada, confundía nombres, no era capaz de hacer preguntas concretas y se dejaba llevar por la buena disposición de los profesionales que habían acudido a la repentina llamada de los productores para acudir a Prado del Rey. Ignoro si había un guión cerrado, lo que quedaba claro es que Laura no se lo había aprendido e intentaba pasar de una conversación a otra con la mayor elegancia posible y con su sempiterna sonrisa como arma de disimulo.
¿Qué nos aporta, pues, aquel programa? Una serie de reencuentros que hoy en día son, en buena parte, irrepetibles y que nos dejan con una agridulce sensación de nostalgia entrañable pero incompleta. Desde un emocionante saludo entre las dos primeras presentadoras de la Casa, Laura y Blanquita, ("la cara más bonita, más guapa y los ojos más preciosos que aparecieron por primera vez en televisión" decía Valenzuela de su compañera de andanzas en 1956) y el homenaje sentido al pionerísimo Jesús Álvarez a través de su hijo hasta la reunión de hombres clave en informativos como Pedro Erquicia, Eduardo Sotillos, Pedro Macía, Miguel de la Quadra-Salcedo o José Luis Balbín y de divulgativos como Soler Serrano, Ramón Sánchez Ocaña y Alfredo Amestoy.
Y entre ambos grupos, vimos a participantes de Eurovisión (Conchita Bautista y Salomé), realizadores y directores (Lazarov y Chicho Ibáñez Serrador, este último desde un estudio de RNE) actores como Julita Martínez, Sancho Gracia y Mari Carmen Goñi (la Valentina de los Chiripitifláuticos), hombres del deporte como Matías Prats, Juan José Castillo, Pedro Ruiz (que comenzó su carrera junto a Prats retransmitiendo partidos y fue el primer director de "Estudio Estadio" aunque muchos lo hayan olvidado) o el propio tenista Manolo Santana.También estaban las viudas de Joaquín Prat y Félix Rodríguez de la Fuente y los veteranos locutores José Luis Barcelona y Marisa Medina que aprovechó para aclarar que no estaba retirada sino apartada.
Por supuesto no podía faltar una tarta pero no con cuarenta velas, sólo había una. Tate Montoya explicó que la dirección había decidido que eso se debía a que querían que fuera la propia Laura la que soplara la candela de forma simbólica, como la más veterana, junto a su hija como representante de la nueva generación. Valenzuela, que no tiene un pelo de tonta, se dio cuenta de que aquello podía sonar a agravio para todos los que allí estaban y tuvo los suficientes reflejos para solicitar la ayuda de Amestoy, al que antes había confundido con su compañero José Antonio Plaza. Fue precisamente Alfredo el que pronunció las últimas palabras, ya con la sintonía de fondo y con el copyright de TVE sobreimpresionado: "lo hemos hecho todo esto y lo seguiremos haciendo por los mismos por los que trabajábamos cuando teníamos 20 años, por los espectadores. Esta es la auténtica verdad, que lo sepan los que están al otro lado de la pantalla, que todo ha sido hecho por ellos. Así nos han salido las canas y es el momento de que todos echemos una cana al aire".