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Chicho, el legado

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La noticia del fallecimiento de Narciso Ibáñez Serrador ha despertado una corriente de reconocimientos, públicos y privados, que demuestran que la obra de este maestro del teatro, la televisión, el cine y la radio (sí, todo eso y mucho más) trasciende su momento. Los productos que pergeñó para esos medios no se quedaron anclados en su época, en el caso de la tele traspasaron su temporada de emisión y es uno de los escasísimos ejemplos de autores televisivos que han visto como una de sus series con más de medio siglo de antigüedad, grabada en vídeo y casi con realización en directo, ha tenido varias ediciones en DVD. No es poca cosa. 

Con su padre, Narciso Ibáñez Menta

Para Chicho todo empezó en el teatro. Sus padres, Pepita Serrador y Narciso Ibáñez Menta eran actores de fama. Se crió entre bambalinas, aprendiendo a amar un arte que sería la base de sus trabajos posteriores. Allí comenzó desde abajo y llegó a ser autor y director reconocido, además de actor, una profesión que abandonó prácticamente cuando llegó a trabajar a España pero que la ejercía como diletante en sus múltiples presentaciones. Además de ese entrenamiento profesional, tenía talento, un talento innato e indiscutible. Y sentido común, algo muy importante en cualquier oficio pero en este mucho más. Siendo muy joven se dio cuenta de que si actuaba, dirigía e interpretaba, los carteles teatrales parecían de una función de aficionado, por eso comenzó a firmar sus guiones como Luis Peñafiel, nombre que también usó para sus guiones televisivos por la misma razón. 

Como actor de una de las obras de "Estudio 3" que también dirigía

Tras haber triunfado (y también arruinarse) en la televisión argentina, regresó a España, país de origen de su madre y donde él había estudiado (en Salamanca concretamente) para ofrecer sus  servicios a una TVE casi inicial. Llegó con una muestra de sus trabajos, cosa que ya sorprendió a los directivos, nadie había hecho eso antes aquí, y fue contratado inmediatamente. Su primer destino fue "Estudio 3", un ambicioso pero impersonal contenedor de obras únicas e independientes que él utilizó como banco de pruebas. Ese experimento le sirvió para saber de qué géneros adolecía nuestra tele y cuáles gustaban más a los españoles. 

Revisando el guión de "El trasplante" con Lola Herrera y José María Prada

De ahí surge su primera "especialización" en la pantalla patria. "Mañana puede ser verdad" y, sobre todo, "Historias para no dormir" tocaron temas inéditos: terror, suspense, thriller... incluso la ciencia ficción o las distopías, muy prácticas para metaforizar sobre el Franquismo sin que los paletos censores se percataran. Si un personaje se refiere a otro como "camarada", este capítulo estará criticando el comunismo, ¿no? Ay, bendita ignorancia. En esos años sesenta comienza a hacerse latente el legado de Chicho. En primer lugar en el espectador, fue uno de los primeros realizadores y directores reconocidos (y reconocibles) por la audiencia. No sólo por sus introducciones sino también por su estilo. Y también comienza a influir en los compañeros, su exigencia brutal, su perfeccionismo era tan temido como admirado y, por supuesto, imitado. 

El cameo en "Historia de frivolidad" con su compañero de guión Jaime de Armiñán

Pero él podía permitirse ser perfeccionista y exigir hasta lo indecible porque era, sin ambages, un genio. Y un pionero. Y un hombre con una cultura inmensa. Por eso podía echar broncas a aquellos que no cumplían con lo que esperaba de ellos. Algunos no aguantaban la presión y a otros, en cambio, eso les imbuía de un pundonor profesional que los llevaba a exigirse más a sí mismos para contentar al jefe. Los gerifaltes de la tele lo vieron claro: si querían presentarse a concursos internacionales para que el logo de TVE comenzara a sonar fuera de aquí tenían que contar con el talento de Ibáñez Serrador. De ahí vienen "El asfalto", "El trasplante" o "Historia de la frivolidad", especiales premiadísimos y con los que podía dar en las narices a los inmovilistas, hasta con una parodia sobre la censura conseguía un premio del Vaticano. 

Dirigiendo la mítica escena de las duchas de "La Residencia"

La tele se le queda pequeña al genio y decide probar suerte en el cine. Primero con "La residencia" y años más tarde con "¿Quién puede matar a un niño?", películas de género con las que consigue impresionante taquilla no sólo aquí sino en Europa y unos cuantos premios. Entre ambas un proyecto que no cristaliza ambientando en un psiquiátrico. Uno más de los guiones que no llegaron a filmarse como el de la ambiciosa serie (siempre en su lista de asuntos pendientes) "Cartas al director". Este mismo año ha recibido un Goya de Honor presentado por una muestra de los cineastas jóvenes a los que ha influido, entre los que se encuentran Álex de la Iglesia. J.A. Bayona o Rodrigó Cortés. El legado se extiende al cine... con sólo dos filmes rodados. ¿Pero acaso sus series grabadas en vídeo no eran puro cine?

Durante una de las presentaciones de "Mis terrores favoritos" en la primera etapa

Hay que reconocer que sus dos ciclos de "Mis terrores favoritos" también ayudaron a crear afición. ¿Cuántos chavales de dos generaciones bien distintas, la de los setenta y la de los noventa, vieron por primera vez filmes como "La semilla del diablo"? El humor, por cierto, siempre el humor presente en su carrera. Aquellas intervenciones autocríticas, autoirónicas y auto todo lo que queráis suponían una tirita antes de la herida. Si me vais a criticar, esperad, lo hago yo primero y con mucha más saña. Esa es también una gran lección, una más. 

Preparando un número musical de "Un, dos, tres... a leer esta vez" en 2004

El entretenimiento. El espectáculo. Estoy seguro de que le hubiera encantado dirigir un gran musical, al estilo Metro en su época dorada. Recordad el número de "A Chorus Line" en aquel "Un, dos, tres" de 1983 en el que cambiaba todo a mitad de temporada. La sorpresa, lo inesperado. Como su "Hablemos de sexo" o el regreso del famoso concurso pero con la coletilla "... a leer esta vez" cuando nadie lo esperaba. Era 2004 y, a pesar de las críticas o la progresiva bajada de audiencia consiguió algo importante: crear una nueva legión de fans del programa en una generación a la que la temporadas anteriores le quedaban demasiado lejos. 


Todos tenemos nuestro recuerdo de Chicho. Unos como espectadores, otros como compañeros y algunos, es mi caso, como admirador que tiene la oportunidad de conocerlo. Mi primer encuentro con él fue allá por 1995. Había regresado a Prado del Rey para realizar desde el Estudio 1 (uno de los platós en los que había grabado el "Un, dos, tres" en los 70 y 80) "El semáforo". Yo estaba de visita con un amigo común que había sido productor de una de sus series. Se encontraron en los pasillos y me presentó. Me quedé sin palabras aunque sé que él me dijo algo amable que soy incapaz de recordar. Poco después acudí a varias grabaciones de aquel show y pude verlo trabajar. Año 98, acudí como fotógrafo de una revista al estudio del nuevo "Waku Waku". Me vino a saludar, ¡me vino a saludar! y me dijo que tenía acceso libre para hacer las fotos que quisiera desde donde quisiera. Siempre tuvo una excelente relación con la prensa porque sabía que la promoción era necesaria. Yo tenía unos 20 años pero me trato como si fuera un viejo profesional. La última vez fue en 2005, en Santiago de Compostela y pude entrevistarle. De aquella charla ya he hablado aquí e incluso podéis verla así que no me extenderé. No era un buen momento para él pero se dejó llevar en la conversación y, creo, fue sincero. Para mí se quedan las palabras que me susurró al oído tras acercarme hacía sí con firmeza aprovechando el apretón de manos de despedida. 
   ¿Cuál es el legado de Narciso Ibáñez Serrador? TODO. Su legado es todo, todo eso que veis en la tele lo tenemos gracias a él porque fue quien trajo la modernidad a nuestros platós. Esa sonrisa de nostalgia por un tiempo de tele en familia, ese cosquilleo de agradecimiento que habéis sentido estas últimas horas al ver los reportajes sobre figura es su legado. Y por ello le debemos agradecimiento eterno. 

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