Se cumplen 52 años de la retransmisión que la BBC realizó de la Coronación de la Reina Isabel II, un evento televisivo que cambió las normas de realización de actos institucionales, que marcó el criterio general a seguir desde entonces en todas las televisiones del mundo y, además, en clave local significó una ruptura de la servidumbre de los medios hacia la Casa Real, una libertad por cierto que se gestó con la ayuda de la propia Reina.
Por primera vez la cadena británica, la más veterana y la referencia a nivel mundial, se enfrentaba a una retransmisión en directo de siete horas, con un largo recorrido por las calles de Londres desde el palacio de Buckingham hasta la Abadía de Westminster. La BBC destinó todas sus cámaras disponibles para este acontecimiento, veinte en total, quince para cubrir el paseo y otras cinco en la Iglesia de San Pedro de la Abadía para la ceremonia.
En realidad, los británicos estuvieron a punto de perderse este momento porque los viejos miembros de la Realeza y los Lores no querían que las cámaras entraran en la Abadía, pretendían que la Coronación siguiera siendo un momento "íntimo y privado", sólo apto para ciudadanos de rancio abolengo. Ochenta diputados presentaron una moción de protesta y la mismísima Isabel II ayudó a desencallar el problema permitiendo que la BBC captara cada gesto. Sin embargo el jefe de protocolo aseguró ante la prensa unos días antes que no se permitiría "eso que las gentes de la televisión llaman el primer plano, nada de eso".
Una vez dentro de la Iglesia de San Pedro el locutor radiofónico Richard Dimbleby tomaría el relevo en el micrófono. Se había preparado concienzudamente durante seis meses consciente de la importancia de esta ceremonia para su país. Dimbleby sería uno de los periodistas clave para la BBC en la retransmisión de acontecimientos. Hasta su prematura muerte a principios de los sesenta fue el presentador, por ejemplo, de las larguísimas noches electorales.
El director, productor y realizador Peter Dimmock tenía la enorme responsabilidad de llevar a la casa de los espectadores estas imágenes que harían historia. La responsabilidad le impidió pegar ojo esa noche (tal y como confesaría años más tarde) y en su cabeza retumbaba la prohibición de usar el primer plano, algo que consideraba fundamental para acercar a la Monarca a la audiencia y para hacer de esta retransmisión algo cálido y cercano, tal y como debería ser la Realeza del siglo XX. Dimmock había dirigido para la cadena los Juegos Olímpicos de 1948 y las Regatas de 1949 así que tenía sobrada experiencia y criterio como para saber qué debía hacer, la cuestión es si se atrevería.
Durante el protocolo de la colocación de la Corona sobre la testa real Dimmock respetó la norma pero cuando Isabel II paseaba hacia la entrada de la Abadía el realizador supo que había llegado el momento. A pesar de que los pajes que la precedían la ocultaban intermitentemente ordenó a la cámara 2 que usara el teleobjetivo para captar un primer plano de la Reina justo cuando miraba hacia el lado en el que estaba ubicada y la BBC hizo historia. Se rompieron relaciones con el jefe de protocolo pero los ciudadanos pudieron ver claramente la cara de su Monarca esbozando una sonrisa.