El placer de observar cómo trabaja un artista es inmenso, comprobar cómo de las manos de un dibujante aparecen personajes o situaciones con una facilidad pasmosa alimenta nuestra faceta más voyeur y así lo entendieron los directivos de la ORTF (la televisión francesa) cuando aceptaron una curiosa propuesta del guionista y director radiofónico y televisivo Jean Frapat. Corría el año 1969 y el mercado de cómic franco-belga era ya toda una industria que dominaba el sector en Europa. Personajes como Tintín, los Pitufos, Astérix y Obélix, Lucky Luke o Spirou vendían cada semana cientos de miles de ejemplares de sus revistas y autores como Hergé, Uderzo, Goscinny, Peyo, Morris o Franquin eran reconocidos por un amplio público que iba desde los infantes hasta los abuelos. No parecía descabellado ofrecer un programa en el que se les viera dibujar pero a nadie se le había ocurrido convertirlo en un juego cómplice entre artistas y vestirlo televisivamente con una estética moderna, el resultado fue "Tac au Tac".
Frapat era un tipo listo y se dio cuenta de que podía aprovechar las posibilidades del medio para hacer un programa ligero, rápido, divertido y, al mismo tiempo, artístico. Cada programa tardaba horas en grabarse pero sólo duraría en pantalla unos 13 minutos. Una edición ágil acompañada de una imaginativa narración a cargo del propio director (un experimentado guionista no obstante) complementaban lo más importante: el trabajo de los dibujantes. En una misma emisión podían "competir" amistosamente Peyo, Franquin, Morris y Roba, autores fundamentales de la escuela de Marcinelle, la cuna de la publicación "Spirou" donde todos publicaban con enorme éxito.
Un estudio sin decorado, una mesa y un tablero eran suficientes para que los dibujos no perdieran protagonismo. En cada emisión se proponía un juego, en muchos casos al estilo de los que practicaban los surrealistas a principios del siglo XX a modo de "cadáver exquisito". Dibujos en paralelo, improvisaciones sobre un mismo tema, continuación de lo que ha comenzado el otro pero viendo sólo una parte... cualquier cosa valía para demostrar su ingenio.
Con el tiempo el programa pasó del blanco y negro al color, el decorado fue adornándose más y nuevos autores de revistas contestatarias se unieron al elenco habitual. Forest, Bretecher, Moebius, Druillet o Hugo Pratt formaron esa nueva generación que llevó al programa los nuevos aires del cómic de los setenta. También se abrió la puerta a otros países: el italiano Guido Crepax o el español Esteban Maroto también acudieron e incluso se grabó el programa en Nueva York para dar cabida a dibujantes como Joe Kubert o Neal Adams.
Ocasionalmente se invitaba a guionistas como Goscinny que participaba junto a su "socio" Uderzo. En realidad no había competencia, los espectadores eran testigos de la admiración de unos por los otros, entre compañeros de revista o a autores de la competencia, entre los jóvenes y los veteranos... y viceversa. La complicidad era evidente y los primeros planos que ofrecía el realizador lo demostraban con una expresividad brutal. Era la visión de un documentalista y la audiencia testigo privilegiado.
"Tac au Tac" finalizó en 1975. Seis años de un programa tan sencillo (y complicado en su desarrollo) como eficaz para una televisión que quería ser moderna. Su éxito permitió a Jean Frapat seguir experimentando formatos novedosos hasta principios de los ochenta. Hoy, con la apertura al público de lo archivos del Instituto Nacional del Audiovisual en Francia, los aficionados al cómic pueden disfrutar con estas joyitas y preguntarse dónde fueron a parar todos esos dibujos, cuestión nunca aclarada.
Frapat era un tipo listo y se dio cuenta de que podía aprovechar las posibilidades del medio para hacer un programa ligero, rápido, divertido y, al mismo tiempo, artístico. Cada programa tardaba horas en grabarse pero sólo duraría en pantalla unos 13 minutos. Una edición ágil acompañada de una imaginativa narración a cargo del propio director (un experimentado guionista no obstante) complementaban lo más importante: el trabajo de los dibujantes. En una misma emisión podían "competir" amistosamente Peyo, Franquin, Morris y Roba, autores fundamentales de la escuela de Marcinelle, la cuna de la publicación "Spirou" donde todos publicaban con enorme éxito.
Un estudio sin decorado, una mesa y un tablero eran suficientes para que los dibujos no perdieran protagonismo. En cada emisión se proponía un juego, en muchos casos al estilo de los que practicaban los surrealistas a principios del siglo XX a modo de "cadáver exquisito". Dibujos en paralelo, improvisaciones sobre un mismo tema, continuación de lo que ha comenzado el otro pero viendo sólo una parte... cualquier cosa valía para demostrar su ingenio.
Con el tiempo el programa pasó del blanco y negro al color, el decorado fue adornándose más y nuevos autores de revistas contestatarias se unieron al elenco habitual. Forest, Bretecher, Moebius, Druillet o Hugo Pratt formaron esa nueva generación que llevó al programa los nuevos aires del cómic de los setenta. También se abrió la puerta a otros países: el italiano Guido Crepax o el español Esteban Maroto también acudieron e incluso se grabó el programa en Nueva York para dar cabida a dibujantes como Joe Kubert o Neal Adams.
Ocasionalmente se invitaba a guionistas como Goscinny que participaba junto a su "socio" Uderzo. En realidad no había competencia, los espectadores eran testigos de la admiración de unos por los otros, entre compañeros de revista o a autores de la competencia, entre los jóvenes y los veteranos... y viceversa. La complicidad era evidente y los primeros planos que ofrecía el realizador lo demostraban con una expresividad brutal. Era la visión de un documentalista y la audiencia testigo privilegiado.
"Tac au Tac" finalizó en 1975. Seis años de un programa tan sencillo (y complicado en su desarrollo) como eficaz para una televisión que quería ser moderna. Su éxito permitió a Jean Frapat seguir experimentando formatos novedosos hasta principios de los ochenta. Hoy, con la apertura al público de lo archivos del Instituto Nacional del Audiovisual en Francia, los aficionados al cómic pueden disfrutar con estas joyitas y preguntarse dónde fueron a parar todos esos dibujos, cuestión nunca aclarada.