Se cumplen 14 años de la emisión de "El chalet de Madame Renard" en el penúltimo intento de revitalizar la veterana cabecera "Estudio 1", la más destacada del teatro televisivo. A principios de la década se encargaron varias obras que se emitirían sin periodicidad determinada y una de ellas fue la adaptación de esta obra sesentera de Miguel Mihura.
Esta versión fue noticia por algo más, era la primera vez en 11 años que se grababa un Estudio 1 en los estudios de San Cugat del Vallés y además el departamento de dramáticos de este centro de producción estaba prácticamente inactivo. Gracias a este rodaje de dos semanas, decoradores, estilistas, diseñadores de vestuario, maquilladores, atrezzistas y cientos de técnicos de otras especialidades hicieron un trabajo más artístico (y motivador) del habitual. En realidad fue un oasis en medio del desierto, no se regularizó la producción de este tipo de programas.
Vicky Peña, siempre magnífica, era la protagonista de esta obra muy atrevida para el año de su estreno teatral, 1961. Una divorciada y viuda vive en un chalet a las afueras de Niza que vivió mejores momentos. Pone un anuncio en el periódico para buscar marido que además sea socio en sus negocios. A la llamada responden dos hombres que resultan ser estafadores pero la señora Renard no es precisamente ingenua.
El añorado Fernando Guillén y Joaquín Kremel encarnaban a esos dos timadores profesionales que se terminan convirtiendo en cómplices de la protagonista. Anna María Barbany (una histórica de Miramar y muy recordada en Cataluña por "Plats Bruts"), Enric Pous (el Honorato que sufría a la Sardá en "Ahí te quiero ver"), Teresa Manresa, Sàskia Giró y Rita Miró completaban el reparto dirigido por Roger Justafré que también se encargó de la adaptación y de una mimadísima realización.
Y un personaje más era el magnífico decorado de Luis Gracia. Ocho sets repartidos en 600 metros cuadrados representaban un añejo palacio modernista que era retratado por largos travellings y al final, durante los créditos, las grúas reflejaban el ambiente del plató al acabar la grabación. Una coreografía de cámaras felices al ritmo del brindis de La Traviata enfocaban a los actores abrazándose a los técnicos compartiendo la alegría de un trabajo bien hecho.