Cuando Bernard Pivot acudió a la casa de Georges Simenon en Lausana (Suiza) ya conocía al famoso creador del comisario Maigret. Lo había entrevistado años antes en el plató de su prestigioso (y popular, una cosa no quita la otra) programa literario "Apostrophes", toda una institución de la televisión francesa. En aquella primera ocasión el escritor belga ya estaba retirado o, al menos, aseguraba que ya no iba a esforzarse en pergeñar nuevas novelas. Sin embargo, allí estaba el periodista, esta vez en el terreno del propio creador, para hablar de la aparición de un voluminoso libro de memorias. Estamos en 1981 y el literato todavía no se ha recuperado del suicidio de su hija Marie-Jo tres años antes, cuando ella sólo contaba con 25 años. Las memorias que ahora analizaría ante la cámara están dedicadas a ella y asegura que era una deuda que tenía con su añorada hija a la que había prometido que algún día escribirían algo juntos. En el libro en cuestión se incluían textos y canciones escritos por Marie-Jo y su espíritu recorre buena parte de la conversación de forma bastante macabra. El punto álgido de ese recuerdo obsesionante es cuando enciende un magnetófono con una grabación de su hija leyendo uno de sus textos. Pivot decide mantener íntegro ese momento en el montaje y el realizador centra toda su atención en el padre traumatizado cerrando cada más el plano. Nunca antes se había mostrado a un Simenon tan frágil y esas imágenes reflejan más su verdadero estado que sus palabras.
Esa entrevista de hora y cuarto de duración es todo un documento para los fans de Simenon (entre los que confieso encontrarme). No es un programa al uso de "Apostrophes", un semanal emitido en horario de prime-time, realizado en plató y en el que se unían varios autores para hablar de sus libros o de un tema monográfico. No me extenderé en el formato porque ya he hablado aquí de él pero también he de aclarar que la fórmula de entrevista en el hogar no era novedosa en esta serie. Por citar un ejemplo célebre, en 1979 Pivot había charlado con Marguerite Yourcenar ("Memorias de Adriano") en su casa norteamericana de Mount Desert. Este tipo de conversaciones, rodadas en celuloide a dos cámaras, permitían una intimidad imposible de conseguir en un estudio televisivo con cientos de personas presentes: invitados, público y equipo del programa. A cambio, la sobriedad de la puesta en escena es, quizás, excesiva. Varias de ellas fueron editadas en VHS y DVD hace años.
Pivot, un extraordinario entrevistador, se encontró a un hombre dispuesto a hablar de cualquier tema, sin cortapisas y sin miedo a escandalizar. No tuvo problema en hablar de sus mujeres, las oficiales y las más de 10.000 con las que decía haberse acostado. No era una cifra contrastada ni tampoco un alarde, sólo un cálculo aproximado teniendo en cuenta que durante años había tenido relaciones con unas tres mujeres al día por "necesidad física". Por supuesto reconocía ser infiel pero aseguraba que también había sido siempre había sido honesto con respecto a este apetito. "Nunca me he acostado con la mujer de un amigo o la hija de un amigo..." El sexo, para él, era la más directa forma de entenderse: "La unión mayor que puede haber entre dos seres sigue siendo hacer el amor. No creo que para comunicarse, ahora se habla mucho de comunicación, sirvan las palabras. Con las palabras te comunicas muy mal. Las palabras sirven para todo y, en cambio, ahí realmente hay una comunicación directa." Sin embargo, este tipo de comunicación, para Simenon, sólo se daba entre hombres y mujeres (la otra cuestión en 1981 ni siquiera entraba en juego) así que hemos de suponer que nunca había conseguido una comunicación verdaderamente profunda con otro hombre.
Un Pivot sorprendido no se amilanaba ante estas y otras confesiones y repreguntaba continuamente porque una de sus mejores virtudes es la de escuchar con muchísima atención y como, además, siempre se presentaba ante sus entrevistados con la lección bien aprendida, con toda la documentación en la cabeza, podía discutir amigablemente con ellos. "Prefiero que me critiquen o incluso que me odien por lo que de verdad soy a que me quieran o me admiren por lo que no soy" zanjaba el escritor.
Con respecto a su obra, reconoce en esta charla que para él la escritura es una necesidad (¿como el sexo? preguntaría yo). Por eso fue tan prolífico a pesar de haber viajado muchísimo y ejercitar todo tipo de deportes. Casi doscientas novelas de todos los géneros y unas treinta más bajo pseudónimo. Pocos autores han conseguido una cifra similar y con una calidad tan alta en general. A pesar de declarar abiertamente tener mala memoria, "recuerdo hechos y, sobre todo, imágenes. Veo en imágenes los hechos, lo que se dice, pero por ejemplo no recuerdo los nombres ni las cifras", usa lo vivido para sus textos: "Ni en una sola de mis novelas hablo de personajes que no haya conocido. No siempre proceden de un solo personaje, a veces reúno 3 o 4 personajes del mismo tipo, pero los conozco y también el decorado. Jamás he inventado un decorado, un ambiente, como dicen los críticos, el famoso ambiente".
Y no tiene rubor en confesar que, buena parte de sus novelas y relatos, resultaron muy sencillos de escribir, incluidos aquellos que le dieron mayor fama. Fue más adelante cuando comenzó a esforzarse para generar lo que los críticos dieron en llamar "novelas duras" con las que alcanzó no sólo fama sino también prestigio literario. "En los Maigret, en el fondo... salvo al final o, incluso, digamos los últimos veinte años... se han ido acercando cada vez más a mis novelas-novelas. Yo no decía novela "dura", decía "novela-novela". Pero en, digamos, los treinta primeros era una pura diversión. Incluso al final escribía un Maigret sólo si estaba cansado. Como necesito escribir y no tenía fuerza física para meterme en una novela, porque se exige una resistencia física muy fuerte... En dos horas y media, escribir un capítulo de 20 páginas es cansado, en una novela de verdad. Los Maigret me distraían." Ese personaje fue, casi desde el principio, fichado por el cine y la televisión, decenas de versiones en distintos países se han emitido a lo largo de los años, la más reciente una miniserie protagonizada por Rowan Atkinson (Mr. Bean). Su favorita era la italiana de los años sesenta, de la que también hemos hablado aquí.
Para finalizar me quedo con esta pregunta y su correspondiente respuesta:
- ¿En qué consiste la moral de G. Simenon?
- No tiene moral. No creo en la moral. La moral es ser sincero, nada más.
Georges Simenon falleció ocho años más tarde y cumplió su palabra, no volvió a publicar una novela.
La entrevista completa en su versión original: