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Jesús Quintero, el poder de los silencios

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Jesús Quintero en 2006

En una semana hemos perdido a dos de los grandes entrevistadores del país. Cada uno en su estilo, cada uno con su marcada personalidad, cada uno con su trayectoria pero ambos excelentes conversadores, Àngel Casas el pasado sábado y Jesús Quintero este lunes 3 de octubre. Hay quien simplificará diciendo que el primero tenía una vocación más "popular" y el segundo hacía radio y TV "de autor" pero eso, no sólo es una reducción muy básica sino además un desconocimiento de sus carreras, idas y venidas y, sobre todo, de su propia obra. Quintero, que es quien nos ocupa hoy, fue un espíritu libre, sí, pero también tuvo épocas de radio convencional e incluso fue reportero de tele. A pesar de eso, su desbordante carisma sobresalía sin demasiado esfuerzo. 

En 1988, en una emisión de "El perro verde" en TVE

Nacido en la localidad onubense de San Juan del Puerto el 18 de agosto de 1940 inició su etapa ante los micrófonos en su tierra. Obtuvo plaza en el Centro Emisor del Sur de RNE en los sesenta y su buen hacer le llevó a la capital. Ya en los setenta sus programas se podían escuchar en toda España y entonces llegó "Estudio 15-18", el magazine de tarde de la emisora pública que dirigía y presentaba junto a una de las estrellas de la cadena en la época, Marisol del Valle (hermana de Menchu, la abuela de la Reina Letizia, por si os sonaba el nombre). Era 1972 y se mantuvo unos seis años al frente hasta que uno de sus guionistas, Alfonso Eduardo, tomo el relevo. Quintero era ya por entonces una de las grandes figuras de la radio y estaba modernizando su programación para acompasarla a la propia sociedad que estaba conociendo la Democracia. Luis del Olmo, Eduardo Sotillos y el propio Jesús lideraron una forma de presentarse ante la audiencia con contenidos modernos y formatos transgresores. 

Quintero, "El hombre de la roulotte", RNE 1979

Precisamente en el verano de 1979 inició una aventura que unía lo personal con lo profesional y que sería muy significativa porque era toda una declaración de intenciones. "El hombre de la roulotte" en RNE fue una revolución, una búsqueda de la libertad total, en forma y contenido, un programa sin guión, dispuesto a escuchar a los que nunca eran escuchados, ¿les suena? Media docena de profesionales recorrieron España aquel estío en una autocaravana con todo lo necesario para vivir y también para emitir, una especie de campamento radiofónico que no tenía paradas organizadas con el objetivo de "recoger todos aquellos sonidos, palabras, silencios, olvidados por los medios de difusión que se ocupan de cosas más elementales y de consumo: las noticias, los discos, la vida política y los mensajes de la superestructura del poder económico y administrativo" (declaraciones a "TeleRadio" nº 1.128). Aseguraba el comunicador: "Queremos hacer un programa íntimo, intimista, sin trucos, que sea una crónica de la realidad que lleve hasta el oyente de cualquier parte del país desde una piscina, desde un cámping, desde un monasterio, los sonidos de nuestro país: los cantos de los gallos, los gritos de los parados, los entierros, las bodas, los bailes. Es un programa sin apenas montaje porque queremos sacrificar el espectáculo a la narración estricta de lo real, de lo cotidiano". 

En su estudio de la roulotte en 1979 

En esa misma entrevista de Raúl del Pozo para "TeleRadio", que posteriormente sería uno de sus guionistas, Quintero dejaba claro algo que se convertiría en mandamiento fundamental en sus siguientes proyectos, algo que podía tallar en el frontispicio de las puertas de sus estudios: "No hay hombre más alto que otro hombre ante estos micrófonos. Entrevistamos a toda clase de gente y hacemos radio, posiblemente marginal, buscando tipos marginales, aquellos que nunca han sido noticia: pastores, pescadores, autoestopistas, frailes y es posible que encontremos y entrevistemos a algún fantasma." Y también por entonces tenía claro que España se desangraba, supo ver que la zona rural se vaciaba antes de que ese término se hiciera popular: "Esta es una crónica entre literaria y radiofónica, para que el habitante de las sociedades industriales recupere parte de su pasado. Volvemos a los pueblos, desertizados por la emigración y hablamos con los supervivientes". Jesús siempre volvió a los pueblos, el suyo fue un permanente regreso al terruño. 

Jesús Quintero como reportero de "Buenas tardes" en 1971

Paralelamente ya había coqueteado, aunque poco, con la tele. A principios de los setenta pudimos verlo de reportero en el programa "Buenas tardes" dirigido y presentado por el chileno Raúl Matas. Era correcto, seguro, pero estaba claro que no era una labor en la que se sintiera especialmente cómodo. A principios de 1976 el espectador lo encontró, casi de sorpresa, entrevistando a su amigo Paco de Lucía (a quien había representado) en su especial de "La hora de...". En aquel momento Quintero ya era muy conocido por los oyentes de la radio así que su aparición era, casi, estelar. Entonces ya se vislumbraba el estilo que más de una década después, le haría popularísimo ante las cámaras. 

En "La hora de... Paco de Lucía" en 1976

Pero antes de eso aún estaba por llegar su verdadero momento de revelación: "El loco de la colina" en las noches de la radio pública en 1981. Ahí Jesús estalló en todos los sentidos con un programa que cambió las noches radiofónicas y lo hizo con un estilo personalísimo, de autor sí, pero que caló en los oyentes hasta el punto de hacerse famoso por esos silencios que incomodaban al invitado y que le obligaban a responder más de lo que tenía previsto. Ese fue, a partir de entonces, su sello. Algo difícil de ejecutar, por cierto, y que hacía con naturalidad porque para él no era algo impostado. En eso estribaba la razón de su éxito, era así. Su personalidad encajó con la España de la época y compitió en audiencias con el todopoderoso José María García hasta el punto de que la SER le fichó para continuar con el mismo formato y título. 

"El perro verde" con el susodicho

1988, otro momento crucial para su carrera y para la historia de nuestra tele. Desde los estudios de TVE en Sevilla aparece "El perro verde". Fondo de noche estrellada con el can de marras tumbado tranquilamente mientras el periodista conversaba con personajes marginales de la sociedad. El concepto "marginal" en el sentido más amplio, claro. Allí convivía el Cojo Manteca (que buscaba un trabajo para que el juez lo tuviera en cuenta como atenuante en su próxima detención) y Lola Flores, como verso suelto de la Copla. Daba igual si el convidado era famoso o anónimo, lo importante es que tuviera algo que decir. Una enorme luna (de postproducción) era testigo de aquellas conversaciones íntimas. El humo de tabaco ayudaba a crear una atmósfera de confesión pero no de interrogatorio. 

Hablando de estética... la entrevista a Paolo Coelho en la Catedral de Santa María de Vitoria para "El loco de la colina" en 2006

Y ahí nace también otro de los símbolos de los programas televisivos de Jesús: la estética. El montador durante una década de sus programas, Juan José Domínguez, ha compartido sus recuerdos con este blog y recalca ese interés por "el todo" en sus trabajos: "Cuando Jesús hablaba de que él aspiraba a hacer una televisión de calidad, no lo decía por decir, por falta de humildad o por fanfarronería. Era verdad. Cuando iniciaba cualquier proyecto, exigía en plató al mejor escenógrafo, al mejor realizador, a los mejores operadores de cámara… Con él trabajaron directores de cine como Gonzalo Suárez, directores de fotografía como Teo Escamilla, escenógrafos como Wolfgang Burmann o realizadores como Pepa Martí Maqueda o el gran Hugo Stuven. Y si hablamos de guionistas, pues Raúl del Pozo, Javier Rioyo, Juan Cobos Wilkins, Juan Carlos Ortega o Javier Salvago, que empezó en la radio y ha estado junto a él en todas sus etapas televisivas. Y además de exigir al mejor personal, también era muy meticuloso con la calidad de la imagen y el sonido. Por contarte una anécdota, con el dinero que ganó en “El perro verde” se montó una sala de edición en su casa que en aquel momento era, si no la mejor, de las mejores que había en España. Había equipos allí que solo tenían TVE en Prado del Rey y él. Y luego equiparía su propio plató en el Teatro Quintero con la última tecnología del momento. No escatimaba en gastos."

Tras esa primera experiencia como director y presentador de TV llegaron otras para Canal Sur y, poco después, fue uno de los fichajes de la nueva etapa de Antena 3 en 1992. "La boca del lobo" ahondaba más (si era posible) en el estilo creado para "El perro verde". Decorados e iluminación de cine negro, primerísimos planos y un Quintero convertido en personaje que paseaba al inicio de cada programa por una calle pobremente iluminada y con periódicos que volaban. 

A "La boca del lobo" le siguió un espacio valiente, un viejo proyecto que nadie quería aceptar, entrevistar a personas en la cárcel. "Cuerda de presos" fue el título y escuchamos a culpables que no se reconocían como tales, bien por cuestiones prácticas bien porque pensaban que matar a una mujer que le había insultado no podía ser delito. También había víctimas, mujeres y hombres que habían llegado a situaciones límite y que no supieron o no pudieron tomar buenas decisiones. Cada emisión dolía al espectador y molestaba a las instituciones penitenciarias y a la propia justicia que, a veces, era incapaz de ser justa. Luis Tomás Melgar se encargó de la realización y su famoso "plano Melgar" (un primerísimo que iba desde la frente a la barbilla) alcanzó más sentido que nunca. No podemos decir que fueran éxitos de audiencia sus espacios en Antena 3 pero sí que fueron relevantes y generaron controversia, debate... mucho más de lo que otros programas mucho más exitosos podían decir. Y, mientras tanto, trabajaba también para América Latina, consiguió que su personalísima manera de hacer y decir se entendiera allende los mares, no era poca cosa. 

Entrevista a Jesús Gil y Gil en "El vagamundo"

A finales de los noventa encuentra refugio personal y profesional en su tierra y comienza una fructífera etapa de colaboración con Canal Sur. "El vagamundo" y "Ratones coloraos" son piezas de arte condensadas en formato televisivo. También se veían en Telemadrid pero lo más importante es que consiguen hacerse virales antes de que existiera eso de la viralidad audiovisual. Sus continuas apariciones en los zapping de las cadenas autonómicas y nacionales llevan a Quintero a la popularidad a través del fragmento descontextualizado, sus queridos entrevistados se convierten en ridículas atracciones de feria a través del espejo deformante de la selección. Jesús se cabrea, se enfada porque se malinterpreta su programa que, a ojos del espectador de fuera, es una especie de barraca de freaks a lo Tod Browning. No, el "Risitas" y su "Cuñao", memes internacionales ahora, no eran tontos del haba, ni mucho menos. 

Jesús y El Risitas, un invitado fijo durante años

Fue en esa época cuando Juan José Domínguez inició su relación profesional con él, "empecé como becario en noviembre de 2003 y en febrero de 2004 me hizo mi primer contrato como montador. Trabajé con él hasta mediados de 2013, cuando llevábamos ya varios meses sin ningún proyecto entre manos y se vio abocado a cerrar su productora." Recuerda que las grabaciones eran muy intensas: "Normalmente se empezaba con las actuaciones musicales y las reflexiones. En una hora, Quintero podía hacerse 30 o 40 reflexiones que luego íbamos intercalando en los programas. Normalmente, en el plan de rodaje se planificaba una hora por invitado pero podía llevarse hora y media con uno o despachar a otro en quince minutos porque no daba para más… Y todo para que, en la mayoría de ocasiones, la entrevista en televisión raramente superase los veinte minutos. Imagínate la buenísima labor de Javier Salvago y de Jesús en la selección de contenidos."

Quintero frente a Gabilondo, dos formas de entender la comunicación pero con algo en común: la ética

"Conforme se grababan las entrevistas, y mientras iba avanzando el rodaje, empezábamos a montarlas. La capacidad de Salvago para seleccionar el contenido final era sorprendente. Mientras digitalizábamos la cinta con la entrevista, él iba anotando el código de tiempo de lo que quería. Y al terminar, íbamos al lío. En un par de jornadas podíamos tener listo el contenido de un programa entero. Nunca he conocido a nadie con esa capacidad. Aunque también había ocasiones en las que un personaje se nos atragantaba y teníamos que dedicarle horas y horas a su entrevista. También ocurrió que más de una vez grabamos y emitimos el mismo día, aunque no era lo común" nos cuenta Juan José que, con mucha generosidad, ha hecho memoria estos días para compartir estas palabras. "A continuación, Jesús visionaba todas las entrevistas editadas, ampliaba o recortaba algunas, seleccionaba las reflexiones para intercalar, hacíamos “el chorizo” del programa y empezábamos con lo que más le gustaba: la ambientación musical. Ahí podíamos pasar horas y horas escuchando músicas hasta encontrar la adecuada para cada introducción, para cada reflexión. Tenía una discoteca impresionante con música de todos los tiempos. En la FNAC se lo rifaban todos los comerciales cada vez que lo veían entrar porque podía salir de allí con 30 o 40 discos… Y durante mucho tiempo no quiso escuchar una canción que tuviera batería. Para él, la batería era “ruido”."

Entrevistando a Vargas Llosa para TVE en 2006

"Los programas se entregaban a la cadena siempre el mismo día de emisión. Más de una vez llegó la cinta a Canal Sur sólo unos minutos antes del comienzo. Y esto era así porque Quintero nunca daba un programa por finiquitado. Su nivel de exigencia y perfección era brutal. Podíamos cambiar un programa entero el mismo día porque había coincidido con una jornada de grabación y creía que una entrevista tenía que salir ya, que no podía esperar una semana en la nevera. Y casi siempre acertaba. Con esto entenderás el absoluto nivel de libertad con el que trabajó durante muchísimos años. Los responsables de la cadena sólo tenían una breve sinopsis del programa con los nombres de los invitados que iban a aparecer, pero no veían el espacio hasta que no se emitía en televisión, como todo el mundo." 

Las torres de archivadores con las que Burmann recreó el skyline de una metrópoli

Por supuesto, esa dedicación al trabajo implicaba muchas horas de entrega: "Nuestras jornadas eran eternas, prácticamente vivíamos allí, pero también es cierto que pagaba muy bien. Éramos un equipo muy pequeño: 2 montadores, 1 técnico de sonido y Salvago como editor de contenido (se refiere sólo al equipo de edición). Éramos personal de plantilla, estábamos siempre en la productora hubiese o no programa en emisión, porque aunque no hubiese programa que hacer El Loco siempre estaba inmerso en algún proyecto, algún nuevo formato o en la reedición continua de especiales con su impresionante archivo."

Con Rocío Jurado en el primer programa de "El loco de la colina" para TVE

Siguiendo con la cronología, en 2006 regresa a TVE con "El loco de la colina". Abre fuego con la que sería la última entrevista en profundidad a Rocío Jurado. Esa primera emisión fue monográfica, "la más grande" requería todo el espacio, pero las siguientes incluían a varios invitados y alguna actuación musical. En la segunda aparecía uno de sus grandes cómplices a lo largo de las décadas, Antonio Gala, con el que llegó a realizar dos series de entrevistas separadas por los años y que son un goce para el espectador. La media de audiencia fue cercana al 15% de share, casi tres puntos por debajo de la cadena. Pero puntualmente superó el 18%. 

Quintero y Serrat, poco más que añadir

Al año siguiente el programa cambió su nombre por el de "La noche de Quintero" aunque no la fórmula. Tras una polémica por la censura de una entrevista a José María García (aquel con el que a principios de los ochenta había competido radiofónicamente y con muy distintas armas), cambió su día de emisión para enfrentarse a "Los Serrano" y "House". Poco a poco se fue desinflando en cifras y terminó en marzo, sólo ocho semanas después de su comienzo, con un 9,7 %, muy por debajo de la media de La Uno. Quizás las 22 h no era la mejor hora para un programa de estas características, probablemente tenía más encaje en La 2. No importaba, el onubense regresó a Canal Sur donde siguió entrevistando a gente de toda condición con títulos como "El gatopardo". 

Quintero trabajó mucho para la tele pero su verdadero amor fue la radio, medio que nunca abandonó del todo y al que regresaba intermitentemente. Aún así, desde la tele siempre hacía un guiño al lugar del que provenía profesionalmente. Sus micrófonos dorados no eran precisamente televisivos (aunque daban muy bien en cámara) y la escenografías de "El vagamundo" simulaban las entrañas de un viejo aparato de radio, más claro imposible. 

"Estuve hablando con él hasta poco antes de la pandemia. Estaba muy ilusionado con la Fundación que había montado en San Juan del Puerto, donde había trasladado su archivo. Tenía en mente muchos proyectos, incluyendo cosas por Internet, tanto de radio como de televisión y nunca pensó en retirarse. Desgraciadamente, no ha podido ser" recuerda Juan José Domínguez. 

Su vida se ha apagado pero los micrófonos que tanto quiso captaron su voz para siempre y será tan moderna en el futuro como lo fue hace décadas. 


Podéis ver "El loco de la colina" de TVE pinchando aquí. También os recomiendo el inclasificable documental "Mi querida España" de Mercedes Moncada que está disponible en este enlace


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