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Gran Teatro: En Flandes se ha puesto el sol

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En la temporada 1959-60 los dramáticos ocupaban buena parte de la parrilla de una muy incipiente TVE. "Fila Cero" era el programa estrella, el que agrupaba el estreno semanal de una obra representada en directo desde el minúsculo plató del Paseo de la Habana pero se alternaba con otros contenedores como "Teatro de la familia" y breves entremeses bajo distintos apelativos por no hablar de las series de producción propia en antena, "Galería de esposas" y "Palma y don Jaime" entre otras. El 25 de enero del 60 se produce un hito en el devenir del "tele-teatro" español con la inauguración de "Gran Teatro". La revista "TeleRadio" (nº 109) lo dejaba muy claro en el reportaje que informaba del estreno: "Un programa teatral nuevo, distinto a todos los demás que pretende recoger las obras más importantes de la escena universal, bien por su clasicismo, bien por su carácter extraordinariamente significativo." La obra elegida para aquella primera cita era "En Flandes se ha puesto el sol" de Eduardo Marquina "en la que se ensalzan las virtudes heroícas de la raza" afirmaba hinchando pecho 
el periodista (sin firmar) de la publicación. Con una fotografía del ensayo y un titular altisonante se anunciaba esta pieza protagonizada por Guillermo Marín, Luisa Salas, Manuel Díaz Velasco, Manuel Soriano y José María Escuer. 


Un par de semanas después reproducía esta foto de la representación en directo ante las cámaras. Lo cierto es que, más allá del aire triunfalista de la apertura, "Gran Teatro" sí que se convertiría en una cabecera fundamental en la historia de nuestra tele porque por primera vez la duración de una obra superaba los 30 minutos llegando a los 90 en este caso y más adelante incluso a los 100. Es decir, se pasaba de escoger escenas clave del texto elegido y, a ser posible, en un mismo decorado para adaptarlas a un tiempo verdaderamente exiguo a otorgar un espacio en la programación que permitía representarlas con mucha más fidelidad y respetando (o casi) su duración. Además, por primera vez se planteaba un proyecto ambicioso para este género: difundir los textos clásicos y en verso. Como decía Baget en su "Historia de TVE""hasta entonces habían permanecido un tanto relegados a causa de la precipitación con la que se montaban las obras". Eso sí, esto obligaba a tener más ensayos y, por lo tanto, se planteaba como emisión trimestral aunque casi desde el principio fue mensual en su primera temporada y semanal en las dos siguientes. También se dieron cuenta enseguida los jefes de la necesidad de ampliar el número de decorados e, incluso, de grabar algunos bloques en el recién llegado video-tape Ampex para enriquecer los escenarios y permitir cambios temporales y, atención, incorporar exteriores grabados en formato cine (16 mm), cosa que algunos críticos definieron como "soluciones espúreas" porque consideraban que la tele tenía que ser en directo y el celuloide era para las salas y no para las pantallas. Juan Guerrero Zamora fue su director más habitual. Otras versiones memorables de este contenedor fueron "Julio César", "Otelo" y "Edipo" (del que ya hablamos aquí). 


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