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50 años de "Historias para no dormir"

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Nada de casas encantadas, puertas crujientes, rayos que iluminan oscuras estancias, espíritus con sábana y cadenas ni doncellas que recorren largos pasillos con candelabros. Toda una declaración de intenciones desde la primera presentación. "Historias para no dormir" sería una serie de terror o, más bien, de suspense (pronunciado a la francesa) pero huyendo de los tópicos del género. Tópicos que, en realidad, en España no se habían usado demasiado aunque el espectador sí los había visto profusamente antes de la guerra civil en la serie de películas de la Universal que adaptaba los clásicos de Mary Shelley o Bram Stoker. Además también se habían emitido ya en TVE telefilms americanos como "Alfred Hitchcock presenta...", "La dimensión desconocida" o "Rumbo a lo desconocido" así que no eran vírgenes en la materia pero el terror patrio no existía. 
   Se cumplen 50 años del estreno de un título que cambiaría (para bien) el devenir de nuestra tele. 50 años del asentamiento definitivo de Don Narciso Ibáñez Serrador como maestro de la televisión. Con este producto se confirmó su talento y, a partir de ahí, se le permitieron lujos como "Historias de la frivolidad", "El asfalto" o incluso el "Un, dos, tres" (totalmente rompedor en su momento) que serían impensables si no fuera porque se había convertido en el niño mimado y respetado por los gerifaltes. Los premios que comenzó a acaparar en festivales de medio mundo afianzaron esa posición de privilegio.


Fue el 4 de febrero de 1966 cuando Chicho apareció antes de la (posteriormente celebérrima) cabecera del programa para anunciar el comienzo de una nueva serie. Lo hizo con ironía, riéndose de sí mismo y asumiendo la escasez de medios de la Casa para justificar que sus historias serían modestas y que, de vez en cuando, tendrían que recurrir a la emisión de episodios autoconclusivos de otras series similares extranjeras porque quizás no llegarían a tiempo para producir el suyo propio en sólo siete días. Eso sólo sucedió una vez, precisamente en la segunda semana. El primer capítulo, "El cumpleaños", era brillante (ya hemos hablado aquí de él) y se rodó en cine pero Chicho se hizo consciente enseguida de que eso era inviable para una serie semanal. A partir de entonces se realizará siguiendo la senda habitual: en estudio y con 3 ó 4 cámaras, sin demasiado margen para un montaje posterior. Puntualmente se añadían imágenes en cine rodadas en exteriores para disgusto de los críticos de la época que consideraban eso una traición al "lenguaje televisual puro".


En realidad todo esto no era nuevo para Ibáñez Serrador. Ya había dirigido series parecidas en la televisión argentina y cuando se presentó ante el Director de Programas de TVE, José Luis Colina, con varias cintas de sus trabajos allí, le convenció de que sería un fichaje sensacional. En 1977 contaba a la revista "TeleRadio": "Puso en mis manos una especie de programa test que se llamaba "Estudio 3" que, precisamente, por la falta de personalidad de su título, hacía posible que allí se emitieran todo clase de programas. Allí empezaron a hacer cosas cómicas, dramáticas, de novelas, biografías y de repente surgió una cosa de suspense y me sirvió un poco para comprobar que era tomate que los mercados requerían, o sea, que era lo que el público de TVE acogía por aquel entonces con más agrado y empecé a ver que las cosas de suspense eran las que más les llegaban, quizá porque no se hacían. Entonces, aquellas primeras intentonas se fueron encarrilando, murió "Estudio 3", se emitió un programa que se llamó "Mañana puede ser verdad" de ciencia ficción y de aquí se pasó ya a "Historias para no dormir". Pero digamos que fui haciendo lo que yo quería". 


Estos terrores semanales se hicieron populares enseguida y cada noche de los viernes se sumaban más espectadores. Los vecinos acudían a la casa del vecino que tuviera televisor para disfrutar con el miedo o con la sorpresa final, totalmente inesperada, para comentarla después en tertulia animada. Los periódicos lo comentaban, las revistas entrevistaban al nuevo "enfant terrible" de la tele (antes lo había sido Adolfo Marsillach por razones bien distintas) y, con el tiempo, se publicarían libros con relatos seleccionados por el propio Chicho (a la manera de Hitchcock) y hasta realizaría series radiofónicas para la SER o RNE con argumentos similares. "Historias para no dormir" fue un éxito inmediato (a pesar de sus dos rombos que avisaban de su contenido no apropiado para un público familiar) y enseguida se instaló en el ideario colectivo hispano televisivo. Y digo hispano porque al poco tiempo la serie se vendió a varios países latinoamericanos). 
   Luis Peñafiel, uno de los pseudónimos de Serrador como guionista, adaptaba textos de clásicos del terror gótico como Edgar Allan Poe pero también de autores reconocidos de la ciencia ficción como Ray Bradbury. Además, abre el camino de españoles como Juan Tébar o el mismísimo doctor Jiménez del Oso. Decía Baget Herms en su fundamental "Historia de la Televisión en España": "El éxito acompaña a la serie. Los métodos empleados para llegar a ese fin son discutibles en muchas ocasiones: la violencia es una de esas formas. Un cierto mal gusto y una delectación por las imágenes terroríficas o morbosas es otra de ellas: por ejemplo, la de mantener un largo primer plano de un cadáver en estado de descomposición. En realidad, toda la serie es un continuo fluctuar entre el terror granguiloñesco y en cierto modo primario, y el terror "intelectualizado" y ambiguo en el que se hallan sus mejores aciertos". Tengamos en cuenta que esto lo escribió en 1974, vistas hoy en día hasta nos resultan entrañables esas "boutades" visuales, pequeñas travesuras que escandalizaban a un público pacato.


La serie original consta de dos temporadas. La primera finaliza de forma brillante con "El asfalto" el 24 de junio de 1966, el capítulo número 18 (contando con el segundo que era de producción norteamericana). Narciso Ibáñez Menta, padre del director, protagoniza ese episodio que, en realidad, pertenecía a una subserie con el título no oficial de "Historias para pensar" en la que Chicho incluía capítulos más poéticos y reflexivos. "El asfalto" fue premiado en Europa y habría que esperar hasta el 20 de octubre de 1967 para una segunda temporada que constaría sólo de 8 entregas y que se clausuró el 23 de febrero del 68 con otra maravilla: "El trasplante". 
   En 1973 comenzaron los rumores de una nueva etapa. El especial "El televisor", de nuevo con Ibáñez Menta, programado en julio de 1974 fue un falso aviso. Hubo que esperar hasta 1982 para las nuevas aventuras terroríficas. Mucho bombo para una gran decepción. A Chicho le pidieron que experimentara con las posibilidades del vídeo para grabaciones en exteriores... y lo hizo. Pero aquello no era lo mismo. Pocos medios, capítulos demasiado largos, historias quizás no adecuadas a los nuevos tiempos e incluso el remake (casi exacto pero en color) de una de las historias de la primera época ("El caso del señor Valdemar") con los mismo protagonistas (Ibáñez Menta y Manuel Galiana) fueron criticados hasta la saciedad y Chicho se enfrentó al primer fracaso contundente de su carrera. 
   Coincidiendo con el aniversario, la compañía 39 Escalones ha editado por primera vez y con su pulcritud habitual la serie completa y ha añadido jugosísimos extras como "El último reloj" (1964) perteneciente a la serie "Tras la puerta cerrada" o ""N.N.23" del contenedor "Mañana puede ser verdad" (1965), fundamentales para entender el trabajo posterior en las historias del insomnio. También se incluye el ya mentado "El televisor" que, según me contó Chicho en 2005, es otra declaración de intenciones. El discurso final de su padre ante el médico lo suscribe palabra por palabra el gran creador de nuestra tele. Se cierra el círculo.




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