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Ruy, el pequeño Cid

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"Soy Ruy Díaz de Vivar, "el pequeño Cid", que tanta gloria y hazañas he acumulado al ser adulto. Por mí se han interesado poetas e historiadores de todos los países durante 900 años. Merecía que alguna vez se intentaran reflejar las inquietudes, alegrías e ilusiones de mi infancia de la que nadie se ocupó porque... yo también fui niño". Así comenzaba cada domingo a las 15.30, después del Telediario 1, la serie de animación "Ruy, el pequeño Cid", primera coproducción de TVE con BRB Internacional, la compañía que más tarde dio grandes alegrías a la Casa con "D'Artacan y los tres Mosqueperros", "David el Gnomo" o "La vuelta al mundo en 80 días de Willy Fog".  Entre octubre y diciembre de 1980 se emitieron los 26 capítulos de esta serie que en realidad era una producción compartida entre la empresa española y la Nippon Animation aunque desde aquí se presumía de que Japón tan sólo había aportado sus estudios y dibujantes pero la idea, guiones, dibujos originales y la producción era totalmente nacional. Eso sí, la dirección correspondía a A. Negoro que, desde luego, no era de Burgos.


Tras el exitazo de la serie de Cruz Delgado sobre Don Quijote, a la tele y a BRB les parecía lógico seguir rebuscando entre nuestra historia para realizar un proyecto que fuera entretenido y, al mismo tiempo, divulgativo. La figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, era sumamente interesante para este propósito pero planteaba una dificultad: su historia está rodeada de leyendas y siempre ha sido motivo de discusión entre historiadores. Meterse en tal berenjenal de fechas concretas, acontecimientos probados y otros tantos que siguen sin confirmar era absurdo para una serie infantil. La solución fue centrarse en la infancia del protagonista, de la que nada se había escrito, y así poder fabular a gusto pero partiendo de una base real, la de los distintos reinos de la Edad Media que más tarde formarían España. Para ello contaron  con el asesoramiento de Luis Sánchez Belda, director del Archivo Histórico Nacional y especialista en el Cid. Belda se encargó de revisar y corregir detalles del guión que podían ser dudosos y proveyó de documentación sobre las costumbres de la época y datos históricos sobre batallas y figuras del relato al equipo de guionistas. Aunque las tramas de la serie son inventadas se procuró que el contexto fuera real... y por lo tanto que esas historias pudieran haber sucedido o, al menos, ser creíbles.
 

Decía el productor, Luis Ballester, a la revista TeleRadio: "Toda la ambientación histórica envuelve a las aventuras del pequeño Ruy. Son más o menos fantásticas, capaces de entretener a los niños y que ayudan a la vez a acercarse a la Edad Media, época que seguramente desconocen. En la serie, además de personajes reales, aparecen todos los lugares donde pudo desarrollarse la infancia del Cid: Vivar, Burgos, Molina de Aragón, Santo Domingo de la Calzada, el Monasterio de San Pedro de Cardeña, Santo Domingo de Silos, Covarrubias... Hemos recorrido toda la ruta del Cid para reproducir los lugares con la mayor exactitud posible". 


El primer capítulo nos presentaba a Ruy, un chaval de mediados del siglo XI que vive en Vivar con su madre Teresa y sus dos hermanos. Su padre, don Diego Laínez, es un hidalgo al servicio del Rey Fernando y, por lo tanto, le sirve en la Corte de Burgos. Ese progenitor ausente decide que ha llegado el momento de que su hijo se forme como un hombre de provecho y lo envía al Monasterio de San Pedro de Cardeña (a saber por qué consideraba que allí iba a estar mejor formado). El problema es que los monjes no son precisamente pacientes y Ruy es un crío con claros síntomas de hiperactividad y síndrome de déficit de atención. En aquella época la psicología infantil no estaba muy desarrollada así que tras un par de hostias (que no aparecen en pantalla) deciden enviarle con unos parientes (sin consultar a los padres ni nada). Afortunadamente para Ruy allí su vida cambia a mejor y conoce a su primo Alvar y la hija del conde Lozano, Jimena que más adelante sería su esposa. En los primeros episodios disfrutamos de las andanzas y travesuras de los tres muchachos pero Ruy ha de volver al Monasterio (quizás el padre ha recordado a los monjes que había pagado para algo), cosa que no le agrada demasiado así que decide correr aventuras por su cuenta.
   Con este trabajo Claudio Biern Boyd consiguió su primer gran éxito como creador y productor ejecutivo de series, después de casi una década dedicado al merchandising y distribución en España de productos extranjeros como Mazinger Z. 
   Y para terminar, una sorpresita: ¿reconocéis la voz de Ruy? Sí, es la de una mujer haciéndose pasar por un niño, algo habitual en la época (y también hoy aunque no está tan generalizado como antes) pero ¿quién? Pues bien, Ruy es Ana Ángeles García, primera contable del "Un, dos, tres".  



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