Su trazo dinámico, fuerte, rápido, vivo pero a la vez muy elegante era muy reconocible, desde que José Luis Moro iniciara su profesión como dibujante tuvo siempre en Disney una referencia pero con el tiempo supo encontrar su estilo y cuando alcanzó popularidad a finales de los 40 con sus ilustraciones, sus personajes tenían ya entidad propia. El pasado 13 de enero perdíamos a uno de los pioneros de la animación comercial en España a la edad de 88 años. Junto a su hermano Santiago había creado su estudio que llegó a tener sucursales en Sudamérica, Portugal y nada menos que EE.UU., una auténtica “pica en Flandes”. Suyos son personajes tan asociados a nuestra televisión como la celebérrima familia Telerín y las no menos famosas mascotas del “Un, dos, tres” además de otros personajes publicitarios como Kinito, el señor con bigotito de Fundador o la niña del detergente ESE.
A finales de la década de los cuarenta, la firma de Moro era ya muy conocida gracias a la revista “Chicas” (hermana de “Chicos”, popularísima en su época gracias a las aventuras dibujadas por artistas como Freixas o Blasco). Las chicas de Moro eran espigadas, de pestañas gruesas y labios turgentes, una Audrey Hepburn mezclada con los rasgos de la Loren. Muy modernas para la España franquista, quizás demasiado modernas.
Con una cámara comprada en el rastro junto a su hermano comenzaron a realizar anuncios animados de forma muy primitiva para los cines pero fue con la llegada de la televisión cuando realmente su negocio floreció. En 1955 se asociaron al holandés Jo Linten que, con mucha vista comercial, importó la fórmula americana de comprar un espacio en la parrilla para hacer su propio programa patrocinado y emitir los spots de sus anunciantes que, por cierto, ellos mismos realizaban, negocio redondo. “Gran Parada” era el show por excelencia a finales de los 50 y principios de los 60 en TVE y era un programa de los estudios Moro en última instancia. Traían a los más grandes artistas para que toda la audiencia viera el programa y, de paso, sus anuncios. Hasta la disolución de esta sociedad en 1970, los Moro realizaron la mayoría de los spots televisivos y buena parte de ellos eran animados. Con el crecimiento de los estudios ampliaron su plantilla y medios y contrataron a directores de animación prestigiosos. Consiguieron premios internacionales a porrillo hasta que decidieron dejar de competir en festivales porque consideraban que ese no era su objetivo (fácil de decir cuando llevaban ya más de cien galardones a la espalda).
Es en esa época cuando otro grande de la animación de este país, Cruz Delgado, creador de las series “Don Quijote de la Mancha” y “Los Trotamúsicos”, trabaja en estos estudios y según nos cuenta su hijo el también animador y estudioso del tema de mismo nombre: “Mi padre mantuvo siempre una estupenda relación de amistad y admiración hacia José Luis Moro (de hecho, hasta que enfermó José Luis, mi padre le felicitaba todos los años el día de su cumpleaños que era el de la lotería de Navidad). Mi padre dio los primeros pasos profesionales en la animación en el estudio de los hermanos Moro y allí estuvo desde 1956 hasta 1960, algo que siempre ha subrayado en toda ocasión que le han preguntado. Muchos años después, yo tuve también la suerte de tratarle personalmente. Allá por los años noventa, José Luis Moro (que ya tenía un estudio mucho más pequeño y se había separado profesionalmente de su hermano, que se dedicaba a otro tipo de producciones) ofreció a nuestro estudio colaborar en algunos spots y cabeceras que les habían encargado, y fue la ocasión para trabajar directamente con un maestro de la animación del que siempre había oído contar maravillas como profesional.”
En 1964 un directivo de TVE le encarga a José Luis una tira animada para indicar que ha finalizado la programación infantil. Con tan pocas explicaciones se le ocurre que una familia numerosa puede ser la ideal para mandar a los niños a la cama y ahí surgen Cleo, Teté, Maripi, Pelusín, Colitas y Cuquín… la familia Telerín. Era 1964 y la fama fue inmediata pero no sólo aquí sino en toda Latinoamérica. Hasta los 70 aparecen en pantalla y no sólo en la pequeña sino también en el cine con la película “El mago de los sueños” dirigida por Macián, un antiguo colaborador de los Moro.
Según Cruz Delgado Jr. “el papel que desempeñaron los hermanos Moro en la animación española (es justo no olvidar a Santiago que fue siempre el impulsor de los proyectos que luego llevaba a cabo José Luis) marca un antes y un después en muchos aspectos. En primer lugar, porque supone el comienzo de una cierta “industria” de la animación en Madrid, ya que hasta los años 50 la mayor parte de la producción se había realizado en Barcelona. Gracias a su estudio surgió toda una generación de animadores que luego desarrollarían su propio estilo y crearían otros estudios. En segundo lugar, porque el estilo Moro supone un cambio radical en el estilo de animación que se había seguido hasta ese momento porque, aunque José Luis Moro inicialmente partió de un estilo “clásico” de inspiración disneyana, en seguida absorbió las nuevas tendencias estéticas que se pusieron de moda a partir de la aparición del estilo UPA. Y en tercer lugar, Estudios Moro supone la llegada de la modernidad a la animación española, con spots de gran atractivo visual, personajes que se hacen populares y una animación con calidad equiparable a la que se hacía en cualquier otro país. Pero sobre todo, José Luis Moro pertenece a una generación de dibujantes a los que se les podía reconocer por su estilo, bastaba con ver cualquier dibujo suyo para saber que él estaba detrás. Y eso, que les ha pasado también a muchos otros, es lo que se llama “personalidad”, algo que lamentablemente se está perdiendo, si no se ha perdido ya. Es muy posible que ahora los animadores estén más preparados e incluso puedan hacer llegar sus trabajos más allá de nuestras fronteras con más facilidad, pero pocos son los que pueden ser identificados con un estilo o con un personaje. Será cosa de la globalización. Todo esto convierte a José Luis Moro en una figura irrepetible de la animación española cuyo legado va a ser siempre recordado.”
En 1970, tras una jugarreta de su socio Jo Linten, los Estudios Moro cierran sus puertas pero por poco tiempo. Empiezan en una nueva etapa bajo el nombre “Moro Film Studios Creativos y Asociados” y, de forma más modesta, parten de cero. A mediados de la década realizan cabeceras para varios programas televisivos, entre ellos la nueva etapa del “Un, dos, tres”. Es ahí donde la calabaza sin nombre de la etapa anterior se convierte en Ruperta, personaje creado por Moro como también las siguientes para evitar el aprovechamiento de los falsificadores de merchandising. Botilde, el Chollo y el Antichollo, el Boom y el Crack y de nuevo la Ruperta. Todas estas cabeceras son obra de Moro.
Su prestigo internacional hace que no tarden en encontrar encargos y de México llega el de realizar una serie divulgativa con Cantinflas de protagonista. Éxito inmediato, tanto que más tarde tendría una segunda etapa producida por Hanna Barbera pero respetando los diseños de José Luis.
También para México se realizó la película “Katy la oruga”, un fenómeno en toda Hispanoamérica, en la que trabajó un conocido reportero de los informativos de Antena 3 desde los tiempos de Carrascal, Alfredo Boto. Tenía entonces 16 años y cursaba 2º de BUP en el instituto Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid donde coincidió con Fernando, tercer hijo de José Luis. Un amigo común fue el que les puso en contacto teniendo en cuenta su pasión por dibujar: “Además del dibujo nos unió rápidamente una buena amistad. Cuando me contó quién era su padre, y quién era su tío (Santiago y José Luis eran hermanos y un tándem profesional indisoluble desde hacía décadas) yo creía que estaba soñando. Yo había sido de esos niños que me había acostado cada noche tras el aviso de la Familia Telerín... y de los que cada viernes nunca se perdía 1, 2, 3, por el simple hecho de ver a la Calabaza Ruperta. Pero el summum para mí se produce cuando Fernando me propone colaborar en una película que el estudio está preparando para México. Se llama la Oruga Katy. Me tuve que pellizcar varias veces y obviamente, y aunque para mí sería duro (yo trabajaba en una empresa de construcciones por las mañanas) ya que tendría que renunciar a mis vacaciones de verano... clamé un gran "sí".”
José Luis con su hijo Fernando en el programa "¿Quién es...?" en 1976
Alfredo recuerda al padre de su amigo con gran cariño y respeto: “José Luis era una persona tímida, de una humildad increíble, para un currículum como el suyo plagado de éxitos y de premios. Santiago, su hermano, era mucho más relaciones públicas. Ambos me trataron con afecto... yo no dejaba de ser un chaval de 16 años. Tras ver cómo dibujaba, inmediatamente me pusieron a intercalar. Eso significa hacer los dibujos intermedios entre el comienzo y el fin del movimiento de un personaje. Es complicado porque tienes que ser sumamente fiel al estilo del animador... ahí no cabe tu propia creatividad (por eso nunca me entusiasmó ese trabajo).
Trabajábamos sobre una mesa de luz, con dos lapiceros, uno negro y otro azul, para las indicaciones. José Luis, con un tono muy bajo de voz y sumamente respetuoso, iba dirigiendo mi trabajo, de tal manera que con el tiempo las indicaciones iban siendo cada vez menos necesarias. El lugar de trabajo era un chalet de varias plantas en el barrio de Chamartín. Muy pequeño en comparación a las grandes instalaciones que Estudios Moro llegó a poseer en los 60, que empleaban a centenares de creativos. Aun así, para mí era un sueño, trabajar con otros dibujantes, muchos de ellos de distintos países. Fue apasionante ver todo el proceso (cuando se hacía todo a mano) de principio a fin”.
Recuerda con especial emoción el día que vio los “rushes” de algunas secuencias: “Los vi en blanco y negro... antes de darles color... pero me pareció casi un milagro ver esos seres ¡con vida! Me sentía orgulloso como un padre que ve a su bebé recién nacido moverse. No os podéis imaginar la emoción al verlos ya con su fondo y a todo color y con sus voces. Recuerdo que la versión en la que se trabajaba, a pesar de ser un encargo para México, era en inglés. Ahí comprendí la complejidad de realizar una película así. La animación era repartida por escenas en distintos países como Francia o Hungría. Años después, ya como periodista, entrevisté a José Luis. Fue la última vez que le vi. Fue un reportaje sobre la animación en España para el informativo de José María Carrascal, en el que empezaba por Santiago de Chomón y terminaba con José Luis. Aunque afortunadamente la historia no termina con él. Su hijo Fernando, es uno de los más reputados animadores mundiales de la actualidad. De tal palo...”
Efectivamente, Fernando trabajó entre los 80 y 90 con el productor Don Bluth, llegó a ser director de animación de “Anastasia” y, más recientemente y ya con la técnica 3D, supervisor de “Planet 51”.
En 2000 se estrenó en TVE “Marcelino, pan y vino”, cuyo diseño de personajes era de José Luis y que llevó 4 años de trabajo. Se vería también en Italia, Francia, México y EE.UU. Fue su último proyecto y se despidió a lo grande.
Disfrutemos con la animación de los Estudios Moro, para empezar uno de los anuncios en los que demuestran un dominio de la técnica impecable:
Para la aspirina Bayer realizaron varios spots, éste posiblemente sea uno de los más divertidos:
La familia Telerín:
Y la película "Katy la oruga":
Para los interesados en los hermanos Moro recomiendo el libro "El anuncio de la modernidad" de Lluís Fernández del que proceden las dos primeras fotografías.