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Mayra, más allá del "Un, dos, tres"

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Simplemente Mayra. No es sólo el título de su programa en una primigenia Antena 3, la audiencia la conoce por su nombre, no son necesarios los apellidos. Mayra Gómez Kemp es la primera mujer en presentar un concurso en solitario, ese “Un, dos, tres” que fagocitó el resto de su carrera. Pero además fue la primera ejecutiva de cuentas de una agencia de publicidad española, la primera en entrevistar en inglés a los actores más populares de finales de los 70, una actriz que cantaba o una cantante que a veces actuaba. Mayra fue pionera en concursos culinarios (“Tomates y pimientos”) y la primera estrella de la primera cadena privada del país. A pesar de un curriculum brillante y de un cariño del público que sigue intacto, lleva años sin poder liderar un proyecto televisivo. Afortunadamente ha tenido otros éxitos en la vida, el más importante sobrevivir a un cáncer. Ésa ha sido una de las razones para aceptar la vieja propuesta de escribir sus memorias. La promoción de “Y hasta aquí puedo leer” (Plaza & Janés, del que ya hemos hablado aquí) me permitió entrevistarla. Se nota que está cansada de repetirse porque es inevitable que le pregunten casi siempre lo mismo. Evita la automatización de su discurso, es una profesional y lo demuestra en cada uno de los encuentros con distintos medios por toda España. Tras una primera conversación matutina, nos reencontramos por la noche para presentar su libro ante el público en una librería de Santiago de Compostela. Allí volvimos a charlar pero con un ritmo más dinámico, conscientes de que las decenas de personas que se agolpaban en aquel espacio limitado querían ver a su Mayra de siempre. Y a buena fe que la tuvieron. 

Mayra durante la presentación de su libro en Santiago de Compostela


Es un libro muy valiente, no se escaquea de ningún tema, todo lo que se ha preguntado el público sobre usted es aquí respondido.

Es que no podía ser de otra manera. Me lo habían pedido antes y no había aceptado pero ahora me planteé: si lo escribo, una de dos o hablas de Mayra en el país de la maravillas o afrontas la verdad y la atacas de frente y como mi vida yo la he vivido cogiendo el toro por los cuernos así lo he escrito.

¿Pero no fue duro?

Muy duro. En algún momento fue algo catárquico. Por ejemplo, mi niñez que yo la había dejado atrás, revisitarla fue duro, difícil, pero me permitió poner las cosas en su sitio porque ya había tiempo y distancia de por medio y constaté que en mi interior hice las paces con mucha gente pero no quise obviar la verdad y no lo he contado todo, hay cosas que pueden hacer daño a terceras personas. He sido testigo pero si  no me afectaron directamente no las he contado.

En los minutos previos a la presentación


Un ejemplo es esa relación que tuvo al principio de los 70 con alguien del sector publicitario del que no revela su identidad.

No voy a dar nombre porque si esa persona no lo ha contado nunca… Conociendo como era sé que no lo iba a contar y ni siquiera sé si vive. Pero se merece un respeto y hay cosas que he querido respetar, no tengo por qué echar a la gente a los pies de los caballos.

En la primera parte del libro se habla de dos grandes influencias vitales.

Mi padre y mi abuela.

¿Su madre no se sentía celosa de esa relación tan especial que tenía con su padre?

Creo que sí. Y con mi abuela, ella me permitía, me protegía y me arropaba como a ninguno de sus hijos. 

Pero al mismo tiempo le aconsejaba mucho.

Sí, tenía la sabiduría de esa gente que no tuvo estudios pero sí inteligencia y aprendió con la vida. Decía cosas maravillosas, para mí lo de “no hay nada más ridículo que una vieja con muchos coloretes” me marcó para siempre.

Por eso nunca se ha planteado hacerse una cirugía.

A mí ya me hicieron una con el cáncer (risas), me parece muy bien quien quiera hacérsela, está en su derecho, cada cual baja las escaleras como puede. Decidí envejecer graciosamente. A lo que se debe aspirar es a estar lo mejor posible para la edad que tienes, es ridículo pretender estar como una mujer o un hombre de 30 años porque no los tienes. Ahora, verte lo mejor posible me parece que es una coquetería que no deberíamos perder nunca.

 


Vivió con su abuela en Tampa donde empezó a estudiar filosofía y letras, no parecía que tuviera una gran vocación artística a pesar de que ya había colaborado con la tele en Cuba, quizás porque lo tenía tan dentro de casa…

Yo tenía muchas inquietudes pero no tenía medios económicos. A mí la vida me ha llevado y yo la he llevado lo mejor posible, como todos, a menos que seas hijo de Rockefeller  o de Bill Gates. Dentro de eso me considero una privilegiada, he tenido oportunidades, he sabido aprovecharlas, he conocido a gente muy importante pero no por su dinero o posición sino dentro de la profesión, de las que he aprendido mucho.

Pero no tenía vocación televisiva…

No, la verdad es que me interesaban tantas cosas, era una enloquecida de la ciencia ficción, me interesaban el Sputnik y la perra Laika, y lo que lloré cuando la mataron en el espacio. Yuri Gagarin, el hombre en la Luna, me marcó mucho eso. Pero hoy en día estamos tan preocupados por el día a día que no tenemos tiempo de mirar a la luna y las estrellas.

Pero usted sí que hizo soñar a mucha gente…

Qué bonito eso que me dices. El otro día alguien me dijo que no había podido ir a las estrellas pero que yo me había convertido en una, le pregunté si se lo podía copiar.

 

 Presentando su primer programa de "Un, dos, tres" en 1982

Una estrella a su pesar…

Sí, lo que yo quería en la vida era lo que me machacó mi papá desde niña: poder vivir de mi trabajo y no depender de nadie, para mí eso era el éxito. Y lo conseguí desde muy jovencita.

Siempre fue muy independiente.

Sí, toda mi vida.

Cuando se vino a España era una especie de año sabático tras sus estudios y de paso ayudaba a una amiga que acababa de tener un hijo y se sentía muy sola en España, pero no pensaba quedarse aquí 40 años.

Yo no creía que me iba a quedar toda la vida y lograr las cosas que logré, ni lo más remotamente. He sido muy independiente, mi padre decía “a mi hija ningún hombre le va a aguantar más de dos años (risas) porque es demasiado independiente”. Por suerte se equivocó porque hay un señor que me ha aguantado cuarenta.

 

 Alberto Berco, su marido, en una subasta del "Un, dos, tres" interpretando a Newton en 1976

Y usted a él, es algo que debe ser recíproco.

Creo que sí, es algo mutuo. Las parejas hay que trabajarlas, el amor hay que trabajarlo mucho.

Usted se lo trabajó mucho.

Empecé a trabajarlo desde el momento que lo conocí, me tardó tres meses, eh. Después de eso tuve la suerte de encontrar en aquellos años 70 un hombre absolutamente generoso, nada machista con el que hice un pacto: aquel de los dos a quien le fuera mejor el otro le seguiría porque éramos conscientes de que no podría funcionar si cada uno estaba por su lado. No creo en el amor a distancia.



Él era un actor muy reconocido, incluso coincidieron juntos en el Un, dos, tres.

Sí, ya en las subastas de Kiko aunque no juntos y como presentadora sólo fue una vez, haciendo de General Custer y quería darle un beso al final como un guiño pero Chicho no me dejó.

¡Y encima le bailó el pie (no le dio paso correctamente)!
¡Sí! Por los nervios pero a mí a me parecía bonito terminar diciéndole “te veo en casa cariño” como un guiño al público. Después Chicho lo dejó de llamar como actor y yo creo que era porque era mi marido, para que no le acusaran de nepotismo, eso le perjudicó. Creo que mi marido ha sido un gran actor, no le ayudaba ser tan guapo, le limitaba en los papeles. Pinta bárbara, 1.86, ojos azules y él en realidad era un cómico, un característico. Hay una escena en “Amor bajo cero” con Tony Leblanc en la que se emborrachan los dos y se pone a recitar Shakespeare que creo que está maravilloso. ¡Y se hizo en directo, no está doblada! Consiguió convencer al director y por eso pudieron improvisar los dos, porque eso no se puede doblar.

¿Él echa de menos actuar?

Echa de menos el teatro, no el cine, pero después de su depresión quedó con muchos problemas de memoria, eso le creaba mucha inseguridad y era lo que más le gustaba en la vida, el teatro. Hubo un tiempo en que se dedicó a formar a otros actores. 


 

 Mayra y Alberto en un descanso de la grabación del "Un, dos, tres"

Uno de los temas más difíciles del libro es la depresión de su marido. Tuvo que lidiar con la incomprensión de mucha gente que le acusaba de castradora, como si fuera su culpa que él no trabajara.

Eso la gente que dice tonterías, quien no conoce que una pareja llega a los arreglos que llegan entre ellos y el cambio de roles no es negativo. 

En ese momento se enfrentaron los dos a un gran problema, nadie entendía la depresión como una enfermedad, no se diagnosticaba como tal.

A él le empieza a tratar un psiquiatra freudiano, que iba a averiguar lo que le pasaba cuando tenía 6 años y el problema no es ése, eso lo analizas después, cuando haya salido de la depresión, el tema era cómo sacarlo de ahí. No había los fármacos que hay ahora, los ansiolíticos, todo eso no existía.

Usted  se convirtió en su enfermera y aplicaba el método error-ensayo.

Sí, así es. El último psiquiatra que tuvimos, que fue quien de verdad le ayudó, fue el que dijo “tú tienes que ir cambiando el rol día a día, ver cómo está y adaptarte” y así lo hice pero claro yo no sabía nada de eso, no entendía lo que pasaba.

Alberto y Mayra trabajaron en el "Un, dos, tres" pero no coincidieron nunca en un sketch

Por esto no es de extrañar que después en Canal 7 usted hiciera un programa médico, encajaba perfectamente.

¡Pues sí! (risas) yo creo que me vino muy bien porque cuando uno lidia con alguien enfermo, o te enfermas tú, ves la enfermedad de otra manera y tienes más empatía con los demás. Yo aprendí, es algo muy difícil que tienen que aprender los que están con alguien al lado con una depresión, que cuando un enfermo (porque son enfermos) te dice “no puedo hacer esto”, no te está diciendo “no quiero hacerlo”, ¡es que no puede! Y entender eso es fundamental.

Volvamos al trabajo, Rocky Horror Show, temporada 1973-74.

Ahhh, ¡qué bonita experiencia!

Creo que los que leen ahora el libro no son conscientes de la transgresión que supuso en ese momento, de hecho no se pudo representar en un teatro sino en una sala de fiestas…

¡Pero que se pudo representar! Con pases nocturnos para que no pudiera ir la gente joven. Hicimos pase de censura, nos dijeron que no podíamos decir la palabra “travesti”, etc. El productor nos dijo que nos olvidáramos de todo eso y “háganlo tal como lo hemos ensayado”.  De vez en cuando venía una inspección, le metían una multa y seguíamos. Trabajamos a sala llena todas las noches. 

Se murió de éxito.

Sí, también. La pasaron al teatro y no funcionó igual, así y todo el haber podido estrenar esa ópera rock en Madrid era una pica en Flandes. 

¡Y que uno de los niños del cine y la tele, Pedro Mari Sánchez, apareciera allí en calzoncillos dorados! El público estaba escandalizado, ¡qué hace ahí el niño de “La gran familia”!

¡Sí y haciendo posturitas! (Risas) Fue muy transgresor y decíamos que veníamos de la galaxia Transexual de Transilvania…

Usted fue muy transgresora e independiente hasta que el “Un, dos, tres” cambió su imagen, De hecho, como si quisieran confirmar esa transgresión de los 70 desde hace años hay unas fotos en internet en las que aparece supuestamente desnuda…

No, yo no me hice nunca fotos desnuda. Sé que existen pero no soy yo, hay unas fotos del trío Acuario en las que se insinúa… pero jamás posé desnuda y es más, cuando yo veo los atributos de esa persona y me miro… clarísimamente no soy yo, es alguien que se me parece pero no soy yo.

 


Volviendo al tema, al principio, como actriz del “Un, dos, tres” la llamaban “la loquita”, nada que ver con su imagen posterior como presentadora muy formal.

(Risas) Sí, bueno pero la suerte que he tenido es que el público me aceptó, tanto en el papel de loquita como en el otro más formal porque en el fondo yo he sido una persona muy normal. Ha abordado en mi vida las cosas que he vivido con normalidad y creo que eso era lo diferente, siempre he sido muy tolerante y eso traspasaba.

Cuando usted hacía de actriz era agua fresca porque los demás actores ejercían de tales y eso se notaba. Kiko, que era caótico, no pegaba con ellos. Por eso quizás usted tuvo esa conexión con él y nunca le llamaba por el nombre del personaje sino por el suyo propio lo que fue para usted un gran favor.

Me lo estaba haciendo porque Chicho después le regañaba “no la llames Mayra, es la maharaní de no sé qué” y yo le decía “Kiko, por favor, no te metas en líos” pero decía que el público tenía que conocer mi nombre, era absolutamente generoso. Pero sí,  a él le encantaba cuando estaba en el programa porque no actuaba, hacía lo que me daba la gana, diciendo la letra pero lo hacía de otra manera.

Por eso después tuvo problemas morales cuando Chicho la llamó para sustituirle.

A mí Kiko me vino a ver y me dio mucha pena y yo pensé no puedo hacer daño a este hombre que tan bien se ha portado conmigo. Y fui a ver a Chicho y me dijo “no, Mayra, no, te voy a enseñar algo que no le he enseñado a nadie”. Kiko le pidió que le hicieran una prueba para demostrar que podía hacer el programa después del accidente. Vi la prueba y no quiero dar detalles pero es patético. Chicho me dijo que no tuviera ningún reparo porque no le estaba quitando nada a nadie pero que si no aceptaba sí que le quitaba el trabajo a todo el equipo, sólo quedaban dos semanas para empezar el programa y estaba todo listo… menos el presentador.

 


¿Después hablaste con Kiko?

Al principio sí pero después tuvo unas desafortunadas declaraciones que yo obvié, eran fruto del momento y de cómo estaba. No quise darle mayor importancia pero era mejor dejar las cosas así, no le iba a hacer ningún bien.

 


Volvemos al 78, momento en el que empieza una etapa apasionante: “625 líneas”.

Así es, me firmaron cuatro programas y estuve casi tres años. Me dio la oportunidad de conocer a todos los protagonistas de las grandes series de la época, “Raíces”, “Poldark”, “Yo, Claudio”, “Mad about the house”, “Los Roper” que eran divinos de divertidos…

A ellos lo entrevistó allí, ¿no?

Sí, fuimos a Inglaterra, a la BBC, además ella improvisó, yo traducía la entrevista y cuando terminó, nos levantamos y ella le mira a él y dice “¿Y estos quiénes son?” (Risas) Pero hubo más, Jacques Cousteau, impresionante, Anthony Quinn, los que trabajaron en “Holocausto”… 

 

Entrevistando a una de las protagonistas de "Un hombre en casa" en el plató de "625 líneas"

Estamos hablando del avance de la programación que se convirtió en el número 1 de la lista deaceptación por encima de “El Hombre y la Tierra”.

Sí y por él tuve mi primer TP de Oro, el Ondas al mejor programa de entretenimiento, Populares del diario “Pueblo”, nos dieron todo… y nos acusaban de hacer parecer la programación de TVE más interesante de lo que era en realidad. Como nos dieron todo a raíz de eso, me quitaron.

 

 Presentando "625 líneas"

Se decía que estabas quemada.

Sí, era la mentalidad de la época. Desde luego en aquella tele Anne Igartiburu no hubiera hecho “Corazón” durante 15 años, al segundo la hubieran quitado. Al cabo de 30 años acabo de recibir una carta del actual director de programas de TVE diciendo que he sido un referente en esa tele y agradeciendo mi colaboración en el programa de Nochebuena, es la primera vez en 40 años que alguien de TVE me agradece algo.

¿Es cierto que va a cantar en ese especial?

No, no puedo cantar.

Imagino que lo extraña porque eso sí ha sido una vocación.

A raíz de mi enfermedad sufrí una operación muy invasiva pero que dio resultados y después 36 sesiones de radioterapia y después quimio, todo en la misma zona de la boca. Hablo de milagro. Ahora canto por lo bajini, que mi marido dice que parezco una mosca cojonera (risas) que cante alto o para dentro. Canté desde niña y no he dejado de cantar pero profesionalmente no, tengo demasiado respeto al público. Me atrevería con algo muy ensayado a lo mejor dos cositas pero no la canción entera, no estoy para eso. 

Estábamos hablando de su primer programa como presentadora que dirigía José Antonio Plaza, un nombre importantísimo en su vida profesional.

Fue fundamental en mi carrera, me fichó para el “625 líneas”, el programa infantil, me llevó a Antena Radio, es mucho lo que le debo a José Antonio Plaza.


Después del despido de “625 líneas”, tiene que pasar un tiempo en barbecho y vuelve con “Ding dong” también de la mano de Plaza. Un fracaso, es un programa que no hay por donde cogerlo pero sirve para que Chicho se diera cuenta de que usted podía presentar un concurso.

Como Andrés Pajares no quería presentar esa parte sino sólo el show, la responsabilidad recae sobre mí y Chicho lo ve, ve que soy capaz de llevar adelante un concurso, eso se le queda en el subconsciente. Después en el programa infantil también hago concursos con los niños y eso también queda ahí y estoy segura de que influye a favor para que después pensara en mí como presentadora del “Un, dos, tres”. Aunque nunca me lo ha dicho, no tengo la menor duda.

 
Con María Kosty y Andrés Pajares en el primer programa de "Ding Dong"


Termina “Ding Dong” y empieza “Dabadabá” y había críticas de algunas locutoras que no encajaban bien que alguien de fuera de la Casa presentara tantos programas.

Tuve grandes amigas entre las locutoras oficiales, no tuve problemas nunca, tan sólo un par hizo unas declaraciones desafortunadas pero he decidido obviarlas y no darles publicidad.

¿Pero recuerda quiénes eran?

Sí pero hasta aquí puedo leer.

En su día a día en Prado del Rey, ¿qué pasaba cuando se las encontraba?

Yo las saludaba, como tenía otras grandes amigas como María Luisa Seco, Marisa Naranjo, Isabel Tenaille, Mari Cruz Soriano (trabajamos juntas en “las líneas”), Marisa Abad, que sigue siendo amiga a día de hoy y continúa guapísima de morirse… ¡me enseñó a hacer el arroz a banda! pues las otras me daban igual. En esta vida he aprendido a buscar lo positivo. Yo me seguía tratando con la gente que me llevaba bien y con la otra pues no me llevaba mal.

 
 Juan Santamaría, su compañero de presentación en "625 líneas"

Marisa Abad le enseñó a hacer el arroz a banda ¿y Juan Santamaría (su compañero en “625 líneas” y hoy cocinero con su propio restaurante)?

No cocinaba entonces, se convirtió en un gran chef después y siempre habla de mí maravillosamente, ¡incluso ha creado un arroz con mi nombre! Juan era guapísimo y lo sigue siendo pero entonces no sabía que le gustaba cocinar. 
 

“Dabadabá”.

¡Los niños! Me encantan porque no tienen filtro, lo que piensan aquí (se señala la cabeza) sale por la boca sin filtrar y eso es de una frescura… algo maravilloso.

Hizo mucha piña con Rosa Otero.

Sí.

 

Con Rosa Otero y Lorenzo Pinchadiscos en "Dabadabadá"

No tanto con Carmen Lázaro…

Es que Carmen hacía lo suyo y se iba porque vivía en Barcelona pero me llevaba muy bien con ella, la llamábamos Sor Mundina porque hacía programa con él. Rosa y yo estábamos juntas todo el día, por eso nos hicimos más amigas.

Ha comentado alguna vez que a Torrebruno no es que no le gustaran los niños pero tampoco le apasionaban.

No, para nada. A él le hubiera gustado ser un Frank Sinatra y lo fue muy al principio pero le duró poco. Encontró el filón de los niños e inteligentemente se quedó ahí.

¿Era un buen compañero? Tengo la impresión de que en aquella época tenía cierta amargura, había venido a España para presentar “Gran Parada”, tuvo sus propios programas pero estaba frustrado porque no había triunfado en ese aspecto.

El pozo estaba ahí pero era un gran profesional y lo hacía todo impecablemente. Que en el fondo le hubiera gustado hacer otra cosa, sí, y le pasa a mucha gente. Pero era inteligente como para saber que ahí tenía un trabajo y no iba a dejarlo. Él de tonto no tenía nada.


 Con Rosa Otero y Torrebruno en "Dabadabadá"

Y Plaza cuenta de nuevo con usted para Antena 3 Radio.

Hicimos hablar la FM, que era sólo música y fui la primera mujer que estuvo en la mañana de una radio generalista. Por supuesto que el director era Plaza pero su partenaire era yo. Me lleva porque sabe que aunque es un gran periodista y un gran director su fuerte no es improvisar. Eso me lo dejaba a mí.

Quizás porque la había convertido en su mujer de confianza se sintió tan decepcionado cuando deja el Dabadabadá para hacer el “Un, dos, tres”.

 A él le dolió mucho.

Pero usted también se sentiría decepcionada por esa reacción.

Tuve que aceptarlo, tuve que decir “es humano, es lógico”. Cada persona se cree un poquito Frankestein y este es mi monstruo, lo creé yo, sin embargo, siempre he dicho “a mí me crearon mi papá y mi mamá, ni siquiera mi marido” pero entiendo que es humano. Él me dio esas oportunidades, me llevó de la mano con él, que sienta un poco ataque de cuernos, es normal. Chicho lo sintió después cuando me fui a Antena 3 TV, todos somos un poco doctor Frankestein.

 

En el libro habla claramente de Chicho, de sus amores y odios. Supo ser una gran diplomática con su carácter, quizás era la carrera que tenía que haber seguido.

(Risas) Tenía que haber sido espía, nada del pequeño Nicolás, con mi memoria fotográfica voy memorizo la fórmula y ya está, no hay papelito… pero sí, con Chicho tuve desencuentros pero un día pensé que en la balanza es muchísimo más lo positivo que lo negativo. Siempre he pensado que el rencor sólo hace daño a la persona que lo siente, no consigues nada con eso, me olvidé de todo, voy a recordar lo bueno (que fue mucho) y pensar en lo mucho que lo quiero. Es muy fácil querer a las personas que siempre se portan bien contigo, lo difícil es querer “a pesar de” y yo soy así.



¿Cómo fue la llamada de Chicho para ofrecerle presentar el buque insignia de TVE tras el accidente de Ledgard?

Yo estaba tranquila en Antena 3 Radio, se había publicado que el sustituto sería Chicho Gordillo o Emilio Aragón. Salgo de la radio, voy a la peluquería y me llaman allí, me dicen que es la mujer de Chicho, ¿la mujer de Chicho me llama a la peluquería? Me ponen la toalla y voy, “Diana, ¿qué pasa?”, “Espera, que te paso a Chicho”. Eran las tres de la tarde y me dice “nena, no le voy a dar más vueltas, ¿te gustaría presentar el 123?”, le respondí “Chicho, ¿borracho a estas horas?”. No sabía nada de lo que había pasado. Gordillo, por amistad con Kiko se había sentido fatal y había dicho que no presentaría. Estaban a ocho días de grabar el programa, el equipo entero llevaba dos meses ensayando. Fui a su casa, hicimos una prueba y me confirma que lo haría yo. Pero a los dos días que sale la noticia se me presenta en casa Kiko Ledgard, sin avisar. Sólo un hombre tan deportista como él había podido sobrevivir a esa caída desde un 2º piso. Tenía un brazo inutilizado, se dio un golpe en la cabeza. Kiko estaba muy nervioso “he leído que vas a hacer el programa y a mí Chicho me dijo que lo harías sólo hasta que yo me recuperase”. Me sentía fatal, le debía una deuda de generosidad, le dije que sí, que en cuanto se recuperara daría un paso atrás pero en aquella conversación me di cuenta de que no estaba bien, se olvidaba del nombre de sus hijos, por ejemplo. 

Interpretando a Jane en una subasta de la etapa presentada por Ledgard


Hay algo que no aparece en el libro que a mí siempre me ha resultado curioso. Chicho Gordillo intervino en un programa de su primera temporada, el dedicado a “Las Vegas”, fue un acto de gran caballerosidad.

¡Sí y cantamos juntos! Fue el propio Gordillo el que me preguntó si me atrevería a cantar un poquito con él y no se lo dijimos a Chicho. Estaba previsto que viniera a la mesa de la subasta y siguiera cantando pero no conmigo, me lo pide minutos antes y le digo “venga, lo hacemos”. Gordillo era muy buena gente y además me parecía algo tan bonito y era una de esas cosas que no se hacían en televisión en aquella época, ¡no se había hecho antes! 

Y aún así la aprovecharon poco en ese sentido aunque nadie le puede quitar ya ser la primera presentadora en Europa en presentar un concurso en prime time en solitario.

No sólo eso, en el mundo, hubo que esperar a que Meredith Vieira hiciera en el 2000 “¿Quién quiere ser millonario?”.



Tras su despedida del programa en 1988 todo hace pensar que si vuelve, será con usted y así se anunció en 1990.

Me hizo volar desde EEUU en plena guerra del Golfo para decirme que el “123” volvía y que yo seguiría siendo la presentadora y además me iba a subir el sueldo, me lo igualaría al de Joaquín Prat en “El precio justo”. Después de esa reunión no supe nada hasta que vi en la prensa que no sería yo sino Estadella. A mí no me falló mi director, me falló Chicho, mi amigo. Pero hoy estamos en paz.

Su etapa en una Antena 3 demasiado verde no fue tampoco agradable.

Estaba todo en obras, hacíamos “La Ruleta de la fortuna” sin ordenadores, se tenían que montar y desmontar los paneles con destornillador. 

 
 En "La ruleta de la fortuna" en los inicios de Antena 3

¿Por qué trataron tan mal su programa “Simplemente Mayra”?

Eso nunca lo entenderé pero está claro que era una condición que yo había puesto en el contrato y lo cumplieron porque no tenían más remedio pero no me dieron equipo ni medios, era imposible que funcionara.

¿Quién era el responsable de ese maltrato?

Está muerto y no hay necesidad de hablar de ello.

Hablamos de Martín Ferrand, que era el director de la cadena en aquel momento.

Bueno, sí. Desde luego a él no le interesaba mi programa, sólo el concurso.  

Afortunadamente su siguiente proyecto fue mucho más satisfactorio: “Luna de miel” en la FORTA.

Fue la experiencia de trabajo más gozosa que tuve. Era un equipo unido, nunca oí una voz por encima de otra, no había divismos, no había estrellas, todos éramos una piña, todos teníamos que sacar adelante un programa y lo hacíamos. Para que te hagas una idea del nivel humano que había: mi madre estaba muy enferma y tuvo un empeoramiento. Le dije a mis jefes, la Trinca, que en cuanto acabara aquella grabación tenía que irme a coger un avión, siempre había una celebración pero no podía quedarme. Empezaron a acelerar para que no perdiera el avión y se reventó un foco, había que barrer pero las señoras de la limpieza estaban en la hora del bocadillo y el regidor, los cámaras, el realizador bajó del control y lo barrieron ellos para que me pudiera ir. Así pude estar con mi madre.

Era un programa muy divertido, con una barca con agujeros, todos vestidos de boda. Había unas cámaras submarinas puestas con muy mala baba para que se viera cómo se caían y los vestidos de las novias volaban bajo el agua. Tuvo mucho éxito y era muy divertido.

Los siguientes proyectos no funcionaron, unos por mala ubicación en la parrilla, otros por falta de paciencia y otros, sencillamente, porque no eran buenos. Si exceptuamos "Tomates y pimientos", un divertido concurso entre chefs (con la ayuda de ciudadanos anónimos) en las mañanas de Antena 3 (ya comentado en este blog), su trayectoria de los últimos años no ha sido lo brillante que su curriculum merecía. Pero ella ha mirado siempre hacia adelante, ha asumido riesgos y se ha negado a participar en programas que no le interesaban, ha sabido mantener una dignidad que el público agradece. Por eso a Mayra no le hacen falta apellidos, es simplemente Mayra.


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