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La hora de Agatha Christie

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Agatha Christie es, junto con Conan Doyle, la autora más adaptada en la pequeña pantalla británica. Sus personajes Poirot y Miss Marple han sido los más populares no sólo en literatura sino también en el cine y la televisión pero esta buena señora fue tan prolífica que dejó decenas de libros y relatos protagonizados por otros personajes y la serie de la que hoy hablamos se nutre de esos "otros textos" de la gran dama del crimen escrito.

"La hora de Agatha Christie" fue producida por la Thames Televisión aprovechando diez relatos cuyos derechos no estaban en manos de la ITV. Fundamentalmente, proceden de las antologías "El misterio de Listerdale" y "Poirot infringe la ley", la mayoría, lógicamente, con la habitual dosis de suspense característica en la obra de la británica pero también se incluyen otras historias románticas y alguna con tintes sobrenaturales, eso sí, todas con mucho humor, británico, por supuesto.

Cada capítulo duraba unos 52 minutos, una hora en emisión contando con la preceptiva publicidad. Esta serie sufrió la experimentación típica de estos primeros 80, algunos capítulos combinaban la grabación en vídeo en plató con el rodaje cinematográfico en exteriores ("El caso del soldado descontento", en la imagen superior) y otros están completamente grabados en vídeo (como "El cuarto hombre").

Todos están ambientados a finales de la década de los 20, principios de los 30 aunque ocasionalmente hay flashbacks que nos remontan a principios de siglo. La ambientación, como es habitual en el audiovisual británico, no tiene tacha. Cada pieza de atrezzo, cada prenda, cada peinado corresponde exactamente a lo que se espera de los personajes, su carácter y su tiempo.

Fue una serie cara, como cada episodio presentaba historias autoconclusivas no se aprovechaban decorados y vestuario. Además, en un solo capítulo podíamos encontrar un gran salón de baile, tres o cuatro casas, alguna taberna... Eso suponía alargar los días de grabación, construir escenografías adecuadas, coser cientos de vestidos...

La serie, vista hoy, resulta amena y bastante divertida. No ha envejecido del todo mal gracias, sobre todo, al humor que impregna todas las aventuras. Si bien hubo varios directores hay un espíritu común: la ironía y cierto sentido de la parodia.

En TVE se emitió al año siguiente y fue doblado por profesionales muy reconocibles en la época, auténticos clásicos de ese arte como Felipe Peña.
   Por cierto, entre el enorme elenco de actores británicos populares en su país que intervino en la serie, encontramos algunos en papeles más que secundarios que posteriormente alcanzarían la fama. ¿Reconocéis al joven de la izquierda? Enhorabuena a los más avezados, sí, es Rupert Everett veinte años antes de que tomara una mala decisión sometiéndose a cirugía estética.

Os dejo un par de capítulos:





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